Hace ya casi un mes me comprometí a que en cuanto pudiera, profundizaría
algo más en las cadenas de drogadictos que existen en la naturaleza animal. Y
éste es el momento en el que puedo, de modo que lo hago con la que ya les adelanté,
esa en la que intervienen la Amanita
muscaria, el reno y el hombre.
Amanita muscaria y renos
Ya hemos escrito de la primera, la seta venenosa y psicoactiva. Una
alucinógena que el hombre desde tiempo inmemorial ha consumido para
experimentar sensaciones de euforia, embriaguez y bienestar. Dejémoslo ahí.
Pero los humanos no somos los únicos seres de este mundo en percatarnos de
sus extraordinarias propiedades. También lo han hecho muchos otros animales
entre los que se cuenta el reno, un
mamífero artiodáctilo cuyo hábitat original son la tundra y la taiga del
hemisferio norte, y que literalmente bebe los vientos por estas setas.
Lo de beber los vientos, como se habrán imaginado, es sólo una manera coloquial
de hablar, una licencia que les ruego me perdonen, pero es que describe a la
perfección la situación. Verán.
Resulta que estos animales buscan
desesperadamente a las susodichas setas y en cuanto las encuentran, comienzan a
mordisquear algunas partes del sombrero de la misma. Una actividad que hacen de
vez en cuando, como sin prisa, pero también sin pausa.
Y por lo observado, ya con la primera ingesta es más que suficiente para
que empiecen a vagar “alegremente” por el bosque experimentando, según los
expertos, un más que agradable estado de ebriedad que en opinión de algunos es una
sensación similar a la del vuelo libre.
Vamos que los renos se lo pasan de miedo cuando ingieren pequeñas
cantidades de Amanita muscaria, de
ahí que la busquen con frenesí como algunos hombres, sólo que nosotros somos unos
animales más listos. Por eso, los que pueden, no se dedican a la engorrosa
tarea de buscar las setas sino que prefieren, la más cómoda de seguir a los
renos que lo hacen por ellos.
Renos y
chamanes
Es lo que al parecer han hecho desde hace miles de años, y siguen haciendo,
los chamanes siberianos y de otras
regiones del norte de Europa y Asia: seguir a los renos, beber su orina y comer
su carne, para así conseguir los efectos alucinógenos de la amanita que han ingerido y digerido
previamente.
Una manera animal de compartir experiencias psicoactivas.
Como sabrán el chamán es el
individuo que en determinadas culturas, de comunidades por lo general cazadoras
y recolectoras, cumple el papel de depositario de la sabiduría y con dicho
depósito, supuestamente, la capacidad de modificar la realidad, sin que este
fenómeno responda a una lógica causal. Es decir por arte de magia o birlibirloque.
O sea.
Naturalmente esto no ocurre, o no está demostrado que así sea por ahora,
sino que más bien lo que cambia es la percepción colectiva de esta realidad,
ocasionada por la inducción psicológica y la ingesta material de ciertos
productos. De ahí las falaces y suspectas, por extraordinarias, capacidades paranormales del chamán.
Entre otras las de hacer predicciones adivinatorias, invocar y comunicarse
con los espíritus, ejercer prácticas curativas mediante supuestos poderes
ocultos y productos naturales, presentar habilidades visionarias, etcétera. Lo
que se dice “tener un don”.
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