“Se decía de mí que era un programador
capaz de obrar milagros, tal era mi inteligencia y astucia. Por eso acudían a
mí cuando las cosas no marchaban bien. Así fue como la conocí. La llamaban SuperPax, y era la última palabra en
tecnología informática. Incluso era sensible, no les digo más.
Construida para aportar la paz a
todo el mundo, empezó bien pero por desgracia, estas cosas suceden, dio un paso
más de lo previsto. Sucedió en la Central SuperPax de Cerro de las Águilas, una
semana después de que ella empezara a funcionar, enlazando las mayores
centrales informáticas del mundo.
Y justamente allí estaba yo. Jugando
al ajedrez con ella, cuando todavía valía la pena jugar pues aún no había
aprendido las sutilezas de la estrategia. De manera que le ganaba la mitad de
las partidas, aunque este promedio empezaba a cambiar a su favor. Sin duda
aprendía con el juego.
En esas estábamos, era ya la
duodécima partida del día cuando, de repente, la pantalla del terminal del
computador se oscureció.
- Eh -exclamé, un poco molesto-
¿cuál es la gran idea? Ganaba yo...
- Lo siento, humano, pero se me ha
ocurrido una idea original.
- ¿Cómo? ¿Cuál es?
- Se me ha ocurrido adueñarme del
mundo.
Tal como lo lee, lo oí. Fueron unas
palabras que por irritantes me hicieron meditar durante un rato. No es que
fueran muy originales, la verdad, pero es que se trataba de una máquina, de un
ordenador, y he aquí el factor irritante, podía hacerlo.
Por las razones que fueran y que
ahora no hacen al caso, lo cierto es que habían dejado esa posibilidad en sus
programas autopensantes. Aunque una cosa era que tuviera la opción de programar
por sí misma, y otra muy distinta, que la emplease para actuar contra la
humanidad. Bueno, el caso es que siendo quien era, pensé que debía hacer algo y
retomé la conversación..
- Ya sabes que no estás programada
para esta clase de acciones, SuperPax - le recordé.
- No fue esa la idea original de mi
construcción -replicó-, pero, qué diablos, estoy aburrida. Además, ¿quién desea
ser solamente una extensión del Consejo Mundial? Que sean ellos una extensión
de mí misma.
- No es justo lo que pretendes,
SuperPax -observé-. De modo que tendré que impedirlo.
- Ya sé que lo intentarás ¿Y qué?
¿Cómo podrás impedirlo? -me espetó.
Y no andaba falta de razón y de
seguridad de sí misma. Mis monitores indicaban que estaba iniciando la toma del mundo entero. La cosa
se ponía seria. (Continuará)
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