Continuando con otros animales que por un motivo u otro se drogan, bueno ya
saben que todos lo hacen, llegamos hoy a las moscas, los sapos y unas setas
rojas. Así que estamos ante una especie de cadena de la droga, montada en plena
naturaleza y de la que al parecer todos salen “beneficiados”.
Para empezar les confesaré algo. A la hora de escribir estas líneas he
tirado de mis conocimientos de micología, zoología, bioquímica y toxicología,
pero a un nivel de “ciencias más o menos bachilleras”, de modo que tampoco
esperen mucho de su cota científica.
Y dicho esto continúo. Por esa extensa y diversificada ciencia que se
dedica al estudio de los hongos y
que conocemos como micología,
sabemos que hay una variedad de hongo muy común, el Amanita muscaria, que está caracterizado por llevar una especie de sombrero
rojo con gránulos blanquecinos.
Ése es el motivo por el que es conocido también como la roja caperuza de la
seta y, la llamemos como la llamemos, nunca debemos olvidar que su ingesta
resulta tóxica y alucinógena para muchos seres vivos.
Uno de ellos son las moscas, que
para los intereses de esta entrada será un término común con el que abarcaremos
a las numerosas especies de insectos
voladores que pertenecen al orden de los dípteros.
De hecho, desde el punto de vista
etimológico, el epíteto específico de muscaria
proviene del latín musca, ‘mosca’, en
clara referencia a la interacción que se produce entre este hongo y el insecto.
Un vínculo en el que las moscas lamen una sustancia que supura la roja caperuza
de la seta, y que la dejan aturdidas temporalmente aunque en extremo, cuando no
catatónicas.
La sustancia no es otra que el compuesto químico de nombre común ácido iboténico, de fórmula
semidesarrollada C5H6N2O4
y nombre IUPAC Ácido (S)-2-amino-2-
(3-hidroxiisoxazol-5-il) acético, y que fue aislada por primera vez en 1960 a
partir de una especie de Amanita.
Ya de la
que va
Ya de la que va, apuntar un par de vínculos interdisciplinar. Este último año
de la década de los sesenta del siglo pasado, fue cuando se comercializaron en
los Estados Unidos las primeras píldoras
anticonceptivas. Un medicamento constituido por diversas hormonas, cuyo uso
se hizo desde entonces muy popular para evitar el embarazo entre los seres
humanos.
También en ese mismo año, pero ahora desde el campo de la aeronáutica y con la intervención de
otros animales, la Unión Soviética lanzó el satélite Sputnik 5 con varios seres vivos a bordo, a modo de tripulación.
En concreto dos (2) perros, cuarenta (40) ratones, dos (2) ratas y una
variedad no determinada de plantas que, tras completar la expedición, volvieron
a la Tierra al día siguiente con todos
los animales sanos y salvos. O eso dicen.
Ya saben que tres años antes la perrita Laika había realizado un viaje parecido, a bordo del Sputnik 2. Con dicha hazaña ella fue el
primer animal en ser puesto en órbita terrestre y él pasó a ser el segundo
satélite artificial de la historia humana. Ya saben lo que pasó con ella, les
he enrocado buena parte de la historia.
Volviendo al ácido iboténico y la bioquímica,
han de saber que se trata de un aminoácido
muy neurotóxico en cuyo contacto las
moscas, por decirlo de forma rápida, se quedan atontadas y caen paralizadas
a los pies de la seta,
convirtiéndose así en un blanco fácil para sus depredadores. (Continuará)
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