(Continuación) Unas consecuencias extremas que nos hacen
plantearnos una cuestión: ¿Por qué los animales buscan y toman estas sustancias,
si al hacerlo pierden capacidad de reacción, que es la base de la supervivencia?
No hay que ser ningún experto en la materia para comprender que si aparece
un depredador cuando estás medio colocado, perdón, aumentan en mucho las probabilidades
de que te cacen, es decir que te den “caput”. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué se
drogan los animales?
¿Por qué
se drogan los animales?
Aunque en una primera instancia nos resulte sorprendente,
los animales se drogan y lo hacen además de forma voluntaria, consciente y
repetida. Es así.
En el reino animal la ingesta de sustancias psicotrópicas tiene lugar por
diversas razones, entre ellas para: purificarse, limpiar su sistema digestivo,
excitarse, aumentar su rendimiento o, simplemente, con fines puramente
recreativos.
Sí para “colocarse”, lo han entendido bien, mismamente igual que el ser
humano. Al fin y al cabo animales, todos. Para una posible explicación de este,
en apariencia extraño comportamiento con sus distintas derivadas de efectos, el
etnobotánico y etnomicólogo italiano Giorgio
Samorini (1957), autor del libro Animales
que se drogan (2003), sostiene entre otras un par de ideas que paso a
exponerles.
Una relativa a la conducta de la ingesta. En su opinión cumpliría cierta función evolutiva de las especies. El hecho de salir de sus zonas de confort
comportamentales -actividades básicas ya conquistadas como alimentación,
reproducción, etcétera-, le abriría nuevas posibilidades adaptativas al entorno
que le podrían beneficiar aunque, por supuesto, también perjudicar. Todo en
esta vida tiene sus costes.
El autor trata de decirnos que muy probablemente, en un principio, los
animales no buscan el componente psicoactivo en las plantas (ya me entienden),
sino otros con propiedades más bien medicinales, alimenticias, etcétera. Pero,
la naturaleza es así, se topan con los efectos psicóticos en una segunda o
tercera derivada y va y les gusta.
Ya saben algo parecido a aquello de “no pensaba a salir pero me lié”. Sí,
puede ser que sea así. Estas cosas pasan. Como también es posible y pase, que
cueste mucho averiguar la última verdad animal. No en vano existen muchas
especies animales, no es nada fácil meterse dentro de sus mentes y además, no
todos tienen el mismo cerebro ¿Cómo va a ser igual un insecto que un mamífero?
No. No va a ser fácil.
La segunda idea del italiano Samorini
pasa por asegurar que “en el mundo animal, en contextos no influenciados por el
ambiente antropogénico, no se conocen casos de adicción”. Es decir que es el
hombre, con sus actividades en el ambiente terráqueo, el inductor de semejante
“vicio animal”. Algo que en su opinión la naturaleza nunca haría, madre al fin
y al cabo. No, nunca, más bien todo lo contrario, lo protegería.
En sus propias palabras, “el fenómeno de las drogas es un fenómeno natural,
mientras que el problema de las drogas es un problema cultural”. Vamos algo así
como el “ser inocente” del ginebrino Rousseau. (Continuará)
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