Ya lo hemos escrito, los humanos no son
los únicos animales que consumen drogas en este planeta, y lo cierto es que
a pesar de lo epatante que pueda resultar tal afirmación, no es necesario saber
mucho, ni ser un experto, para decirla.
A poco que se busque en la bibliografía al uso, es fácil encontrar
numerosos casos en la naturaleza, acerca del uso y abuso de drogas por otras
especies animales y con intenciones no muy diferentes a las nuestras.
Por así decirlo, ellos también buscan una forma de
escapar de la realidad que les rodea, aunque en honor a la verdad lo hacen por
razones más prácticas que los humanos, aunque sobre este punto hay dudas y como
en los toros, división de opiniones.
Además, a diferencia de nosotros, los animales encuentran formas y maneras
de relacionarse con ellas mucho más curiosas y divertidas. Ya les contaré. Por
ahora empecemos por donde se debe, por el principio, ¿cómo surgen las drogas en
todo este asunto?
Origen de las drogas
Lo que no admite ningún tipo de duda es la forma en la
que surge la producción de dichas drogas.
Todo se debe a una lucha por la supervivencia
de parte de las plantas, respecto a la predación de los animales. Un
mecanismo de defensa vegetal, de naturaleza bioquímica, mediante el cual se protegen
de los depredadores, generando sustancias químicas que resulten, de entrada, desagradables
para éstos.
Abro paréntesis ilustrativo. No hace mucho leí que a
principios de siglo en un gran parque de Botsuana al sur de África,
introdujeron una población de doscientos mil (200 000) antílopes, unos bóvidos
que se alimentan fundamentalmente de acacias.
Y sucedió que no llevaban muchas semanas en el nuevo territorio cuando
empezaron a detectar su muerte. Una mortandad tan intensa que al cabo de seis
(6) meses habían fallecido ya más de diez mil (10 000). Un fenómeno sin duda sorprendente
para el que nadie encontraba causa o motivo.
Hasta que al final dedujeron que eran las propias plantas, las acacias, las
responsables. Sí, como seres vivos que están sometidos a la evolución, terminaron produciendo unas
sustancias químicas que las hacían, de entrada indigeribles, después tóxicas y
agresivas y, por último, mortales para todo aquel que las ingiriera.
Y aumentaron hasta tal punto la concentración de taninos (desde el punto de vista químico, unos metabolitos secundarios de las plantas) en sus
hojas, que se convirtieron en un veneno para los antílopes que, por selección natural, aprendieron a no
comerla. Así acabaron las plantas con la depredación “antilopera”. Cierro
paréntesis.
Les hablaba más arriba de la generación de ciertas sustancias
químicas por parte de las plantas que resulten, de entrada, desagradables para los
animales que se alimentan de ellas. Pues bien, como nada es perfecto y en ese
nada entra también el fenómeno de la evolución, resulta que algunos componentes
de dichas sustancias no resultaron del todo repulsivos a algunos animales.
Recordar aquí que el proceso evolutivo no tiene nada de intencionado, es sencilla
y llanamente un fenómeno azaroso.
Es más, dado que el cerebro animal es pura química,
perdonen es una forma de hablar, con nada que una de las moléculas producidas por
la planta se asemeje a un neurotransmisor
que le produzca algún tipo de alteración bioquímica, el animal la encontrará
irresistible aunque algunos de sus efectos sean la pérdida de conciencia o incluso dejarlos al borde de la misma muerte. (Continuará)
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