Hace unos días una cadena de televisión emitía un documental en el que se
explicaba cómo ninguna madre animal, dejaba abandonada a una cría lactante que
gritara asustada.
Que por puro instinto animal no podía hacer otra cosa que correr hacia ella
y calmar ese terrible miedo que le hacía llorar, probablemente debido a una
situación de necesidad o angustia, o a la sensación de haberse perdido, haber
sido abandonado, etcétera.
Y la manera de calmarla no era otra que acercándola a ella, haciéndole oír
el latido de su corazón, sentir el contacto de su piel y notar el calor de su
cuerpo. Al final del capítulo me puse a pensar cuán diferente somos los seres
humanos a este respecto. Y me surgió la duda: ¿Hay que dejar llorar a los niños
o por el contrario hay acudir a su llamada? ¿Qué opina al respecto?
¿Hay que
dejar llorar a los niños o por el contrario hay acudir a su llamada?
No, no es fácil la respuesta. Y buena prueba de ello es que a nivel
familiar, sobre el tema existen las opiniones más diversas. Les expongo
algunas.
Una. “Hay que dejar que los niños lloren, pues eso fortalece sus pulmones y
sus cuerdas vocales”. Otra. “Si lo acostumbras a los brazos cada vez que llore,
sólo querrá brazos y no te dejará tranquilo”. Estotra.“Si un niño llora es por
algo y hay que atenderlo”.
¿Quién tiene la razón? Y ya de la que va, ¿qué opina la ciencia al
respecto? Pues en este tema, como en tantos otros, la ciencia parece que no
termina de ponerse de acuerdo. Como en el ruedo taurino, aquí también hay
división de opiniones ante la faena realizada.
Porque de los últimos estudios realizados sobre la conducta de llanto del
bebé, la reacción ante ella y el desarrollo consecuente de la personalidad del
niño, se puede deducir una cosa y la contraria. Vean si no.
Mientras unos apuntan a que son los niños consolados por la madre cuando
lloran, durante los tres primeros meses de vida, los que se convierten en
auténticos tiranos, llorando cada vez más con el paso del tiempo.
Otros estudios por el contrario confirman que los que se convierten en
tiranos son los niños a los que se deja llorar sin hacerles caso. Ya ven. Ni
sí, ni no, sino todo lo contrario. Como el cuento de la buena pipa.
Aunque la verdad es que en este caso ayuda poco, lo que sí nos muestra la
ciencia es lo que nos diferencia de los animales irracionales: nuestra frialdad
de sentimientos hacia una cría que llora. Por lo que se ve, es ésta una
conducta exclusiva del intelecto humano y, por completo, desconocida del
instinto animal.
Racionalidad
frente a irracionalidad
Mientras que en los animales no se
observa que el comportamiento de esas madres -que propician el contacto con sus
crías, llevándolos en brazos, en su lomo o pendientes de sus cuellos, como
ocurre con todas las especies de monos-, produzcan “tiranos” que no las dejarán
en paz en el futuro, ¿qué podemos decir en el caso de las crías humanas?
Poco sabemos de la influencia que sobre el desarrollo anímico del bebé, su
carácter, personalidad, etcétera tiene el tipo de actuación que tengamos
cuando, al llorar, nos expresen su soledad, necesidades, miedos, y acudamos
prestos a tranquilizarlos o, por el contrario, los dejemos llorar ¿Quién tiene
la razón?
¿El instinto animal que hace que una madre renuncie a sus propios
intereses, estando dispuesta a sacrificar la vida por su cría? ¿O la
inteligencia humana con toda su carga de valores como son el sentido de la
protección y cuidado de los hijos, la compasión, el amor al prójimo, la
tendencia a ayudar a los demás, aunque éstos no siempre estén lo suficiente
robustecidas por principios éticos?
¿Qué opina usted?
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