A su vuelta y tras años de intenso trabajo, María Sibylla Merian lograba publicar
en 1705 la que sería su mayor obra científica, ‘Metamorfosis de los insectosdel Surinam’, basado en sus dibujos y bocetos de la fauna y la flora tomados en
Surinam.
Unas imágenes rebosantes de vida que mostraban las
transformaciones de los insectos de la colonia, y lo hacían además con gran
riqueza tanto de matices y exactas observaciones desde el punto de vista
científico, como de exquisitos y precisos trazos acompañados de un vibrante colorido.
Una obra por tanto bien diferente de la que unos años
después sería considerada como uno de los tratados naturalistas más importantes
de la Ilustración. Me refiero a la obsesiva taxonomía, Systema Naturae de Carl
Linnaeus, aparecido en 1735.
Un catálogo botánico diseñado para incluir todas las
especies conocidas del planeta, algunas de ellas desconocidas entre los
europeos. Todo un logro sin duda, pero distinto al de la Merian que en realidad iba un paso más allá, pues lo suyo es una
obra de arte científica.
Lo es por estar compuesta por unos bellos dibujos con reflexiones
simbólicas incluidas, no exentos a su vez de precisos detalles entomológicos,
como el hecho de que los insectos estén a tamaño real entre las plantas que
habitan.
Una
mujer que criaba insectos
Algo nunca visto antes, y que resultaba insólito por ser, además, obra de
una mujer. Una mujer de la que se decía que criaba a los insectos para poderlos
observar con más detalle y así dibujarlos mejor. Y todo esto a finales del
siglo XVII.
Para la publicación de Metamorphosis
Insectorum... contó con la ayuda de varios conciudadanos y no reparó en
gastos, contratando a los mejores grabadores y empleando el mejor papel.
Un
magnífico trabajo científico y editorial, que si bien dentro del mundillo
científico europeo causó furor, en el comercial su éxito fue más bien pírrico y
tuvo una enojosa contrapartida.
El libro resultó demasiado caro para la época y lo cierto es que se vendió
poco, muy poco. Vamos casi nada. Lo que tuvo consecuencias, claro. Sí, las
previsibles. Una de ellas, en primera derivada, la ruina económica.
Otra, derivada segunda de aquella, María
tuvo que ponerse a pintar de nuevo, dar cursos de dibujo, vender utensilios de
pintura, hacer preparaciones a base de plantas y animales de todo tipo, a fin
de poder subsistir .
Incluso vendió las especies exóticas que se había traído de la colonia y
los dibujos que había hecho de su fauna y flora. De todo. Pero nunca dudó de lo
hecho y todo lo dio por bien empleado.
Y el tiempo se encargó de demostrar que estaba en lo cierto. Este texto
entomológico fue fundamental durante años y resultó decisivo para el desarrollo
de los métodos de clasificación biológica.
El polímata gaditano José
Celestino Mutis (1732-1808), que llegó a poseer la mayor biblioteca
botánica de la época, sólo superada por la del naturalista inglés Joseph Banks
(1743-1820), apreciaba mucho esta obra y a su autora.
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