Así es. Conviviendo con la denominación
de Bayer y desde mediados del siglo XVIII, el hombre utiliza otro método
para nombrar a las estrellas, conocido como sistema de Flamsteed. En realidad no es más que una pequeña variante
de aquél.
Sistema
de Flamsteed
Es otro ingenio humano para designar a las estrellas que distingue en el
firmamento.
Como ya saben es similar a la denominación de Bayer, distinguiéndose de ésta
porque utiliza números arábigos en
vez de letras griegas. Es decir que su nombre consiste en un número seguido del genitivo latino del de la
constelación en la cual se encuentra.
Diseñada por el astrónomo británico John
Flamsteed (1646-1719), este sistema aparece por primera vez en una versión
preliminar de su libro de 1712 Historia
Coelestis Britannica, publicado en realidad por Edmond Halley e Isaac Newton
sin su aprobación.
Estas cosas pasan si andan de por medio los amigos.
Con esta denominación de Flamsteed se contabilizaron dos mil quinientas
cincuenta y cuatro (2554) estrellas, algunas
de especial relevancia. Como la 51
Pegasi, donde se descubrió el primer planeta extrasolar, allá por 1995.
O la estrella 61 Cygni, primera
cuya distancia a la Tierra fue
medida, la primera a excepción del Sol
se entiende. Y por supuesto la 47 Ursae
Majoris, una enana amarilla con sistema planetario.
La de Flamsteed se hizo muy popular lo largo del siglo XVIII, si bien su
uso siempre ha estado supeditado a la primera. Trato de decirles que aunque una
estrella tenga su nombre Flamsteed, sólo se empleará si no existe el de Bayer.
De no ser así, es éste el que se usa de forma casi exclusiva. Por ejemplo
para la estrella Delta Serpentis (nombre
Bayer), éste será el que se utilice y no 13
Serpentis (nombre Flamsteed).
Pero no han quedado aquí, con estos dos, los métodos que los humanos
tenemos para nombrar a las estrellas, no. Ni mucho menos.
Con los tiempos modernos y el extraordinario desarrollo de los telescopios -“las ciencias adelantan
que es una barbaridad”, que dijo alguien alguna vez-, existe un tercer sistema
para nombrar a las estrellas que no dejan de descubrirse.
Nomenclatura
del telescopio
Y como estos descubrimientos cósmicos se han hecho gracias a estos
instrumentos ópticos, se ha pensado que no sería mala idea bautizar a las estrellas,
sus planetas y demás cuerpos que la acompañan, con el nombre del aparato que los halló por primera vez.
No es mala idea, pues vendría a ser como una especie de reconocimiento humano
a un cuerpo inanimado y artificial, y que ha calado. En esta línea de
pensamiento, seguro que les suenan el nombre de la estrella Kepler-452 y del planeta Kepler-452b y han atado cabos.
Si es así, están en lo cierto al pensar que fueron, uno, el objeto 452 que
descubrió el telescopio homónimo, puesto en órbita solar en 2009 y, otro, el de
uno de sus planetas.
Y es que en esta nomenclatura, estos cuerpos se nombran
con el de la estrella seguido de una letra del abecedario, en función del orden
que ocupe en su sistema.
Dado que hay entradas enrocadas sobre el telescopio: su invención,
anécdotas, uso galilense, etcétera no vamos a insistir, si bien les invito a
que se den un garbeo.
Y por si han seguido pensando en la cosa telescópica, es
muy probable que hayan acertado de nuevo.
Sí, el de Kepler es el mismo, mismo,
caso de la estrella Trappist-1 y sus
planetas. Trappist-1, la estrella que tiene nombre de telescopio, como
Malena lo tiene de tango.
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