(Continuación) El otro complemento, que en esta ocasión sólo lleva uno de los
fotografiados, es un pisacorbata, aderezado
con el nombre abreviado de un aminoácido.
Unos motivos de adorno, molécula de
ARN y aminoácido, quizás algo peculiares pero créanme del todo justificados,
pues han de saber que este selecto club de científicos contribuyó y no poco a
la comprensión del ADN y su relación con las proteínas.
Pero creo que estoy mezclando demasiadas historias, y probablemente confundiéndoles.
Así que mejor será que vaya por partes y empiece por el principio.
Cuando
Gamov leyó a Watson y Crick
Algo que ocurrió un día del verano de 1953, cuando en las manos del físico teórico
ruso George A. Gamow cayó el
artículo de James Watson y Francis Crick, publicado en la revista Nature, y en el que describían la estructura tridimensional del ADN.
Seguro que la han visto en numerosas ocasiones.
Dicho ácido es como una especie de doble hélice parecida a una escalera de caracol
solo que con unos tres mil millones (3 000 000 000) de escalones. Sin duda su
estructura es uno de los grandes descubrimientos de la ciencia.
Y buena prueba de ello es que el físico, fascinado por el descubrimiento les
escribió.
En la carta les decía: “Soy físico,
no biólogo… Pero estoy francamente emocionado por vuestro artículo publicado el
30 de mayo en Nature. Creo que tras vuestro descubrimiento la biología debería
incluirse dentro de las ciencias exactas. Estaré en Inglaterra casi todo el mes
de septiembre. Me gustaría que tuviéramos la oportunidad de hablar”.
Y la tuvieron, claro. Tuvo lugar unos meses después en Nueva York, ésta
primera entre Crick y Gamow, y de ella parece ser quebrotó la semilla de la
idea de fundar un club de científicos con un doble objetivo.
Doble
objetivo
Uno como más humano: divertirse. Ya saben del típico tópico del científico distraído,
solitario y aburrido. Algo común a muchos de los científicos y pensadores de
todas las épocas que en el mundo han sido.
De ahí la necesidad de formar asociaciones o grupos más o menos selectos de
personas, con las que compartir conversaciones, momnetos de ocios, inquietudes,
intercambiara estudios, etcétera.
Y otro ya más científico: averiguar cuál era la conexión entre los
aminoácidos y el propio código genético, que tanto llamó la atención de Gamov. Por
ahora, si me lo permiten, no les precisaré el orden de prioridad y prevalencia de
los dos objetivos dentro del club.
Pero el caso es que éste resultó ser una de las mejores expresiones, acerca
del deseo de colaborar entre humanos, tan necesario por otra parte en el mundo
de la ciencia. Sin duda fue una genialidad
el hecho de comprender que la tarea que tenían por delante, no podría ser
resuelta sólo por biólogos.
Su resolución implicaba un enfoque más interdisciplinar, por lo que terminaron
escogiendo como miembros del club, desde físicos a matemáticos pasando por
químicos y, claro, biólogos. Fue sin duda toda una declaración de intenciones
para futuras generaciones de investigadores.
Espero que tenga continuación pronto. me encanta
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