e) La carne del hombre es
compacta, mientras que la de la mujer, es porosa y húmeda. Lo que explica por
qué los senos de la mujer, comparados con los regios músculos pectorales del
hombre, aparecen como hinchazones esponjosos capaces de llenarse de leche, pero
inevitablemente blandos. (Claro, ahora se entiende por qué se vuelven fláccidos
tan... pronto).
f) La sangre menstrual es un
residuo alimenticio, debido a la falta de calor en el cuerpo femenino: “En un ser más débil debe producirse
necesariamente un residuo más abundante, cuya cocción esté menos acabada”. (O sea que seguimos con lo mismo, renuncio al
comentario).
g) El esperma masculino se
prepara a partir de la sangre. Su equivalente en la mujer es la sangre
menstrual, un líquido que no ha sufrido dicha metamorfosis. También dijo el
maestro que los testículos sólo sirven de contrapeso para el pene. (¡Bien! por
tus...).
h) Es el padre y no la madre
quien introduce el alma sensitiva en el embrión, así como su forma y género. De
modo que si un hijo varón se parece a su madre o a su familia, puede explicarse
por un fracaso en la transmisión de la forma del padre.
Y las causas pueden ser, bien su astenia o una vacilación de su potencia
¡Ah!, los varones que no se parecen al progenitor son tachados de monstruos. (Pues
claro que sí. Faltaba más).
i) Las mujeres no sufren hemorragias
nasales ni hemorroides, porque sus venas son menos vigorosas que las de los
hombres. (En fin).
j) La mujer no razona, cambia de
opinión fácilmente, incumple su palabra, grita y llora con facilidad. El
hombre, por contra, razona y aplica la lógica debido a que piensa con la
cabeza. Ellas no. No razonan ni son lógicas porque piensan con la matriz, con la
hystera.
(De este vocablo deriva el concepto de histeria femenina, que volverá a
aparecer allá por el siglo XX de la mano del inefable Sigmund Freud. Mejor lo dejamos aquí, al menos por ahora).
Pero no sin antes decir algo más del sabio griego.
En
defensa de Aristóteles
No sería justo dejar aquí el listón aristotélico. No lo es porque no es
poco lo que debemos a su figura en Occidente. De hecho le debemos mucho de lo
que somos, salvo en el campo de las ciencias y las conclusiones que de él sacó.
Observador atento, en muchos casos prodigioso, tenía sin embargo una
limitación como experimentador. La verdad es que como tal dejó bastante que
desear. Buen teórico en casi todo a lo que se dedicó, no obstante su falta de
praxis le llevó a cometer no pocos errores de bulto.
Y a las pruebas me remito.
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