Y como es práctica frecuente en casos como éste, Google le rinde homenaje con un doodle dedicado, en el que se resume su legado. Y así podemos ver un mapamundi troceado en imaginarias zonas horarias, una maquinaria de ferrocarril y un sello postal de Canadá.
Sin duda Fleming tuvo una actividad profesional y creadora muy fecunda. Desconozco si lo saben pero por si no es así, les cuento que lo de la ocurrencia de los husos horarios fue debido a un desafortunado incidente que tuvo.
Resulta que empezó trabajando como cartógrafo y geógrafo y fue nombrado ingeniero supervisor del levantamiento cartográfico del Ferrocarril Intercolonial.
Y en el desempeño de esta labor, hacia 1876, y en uno de sus desplazamientos por Irlanda nuestro hombre perdió un tren debido a un error en la información que tenía del horario de salida.
En el billete que poseía, donde debía marcar “a. m.” ponía “p. m.” Una grave confusión que, ni que decir tiene, le obligó a quedarse en tierra, confundido y frustrado. Pero eso sí, dándole vueltas en la cabeza a una idea.
Y como fruto de tal actividad mental se le ocurrió la creación de las zonas horarias estandarizadas y la existencia de un horario universal de veinticuatro horas (24 h) ubicado en el centro de la Tierra, y no ligado a ningún meridiano superficial en concreto.
Así fue como el 8 de febrero de 1879 proponía un tiempo estándar a nivel mundial, en una reunión del Royal Canadian Institute donde abogaba por dividir el mundo en veinticuatro (24) zonas, husos horarios, comenzando en el Meridiano de Greenwich y espaciado en intervalos de quince grados (15 º).
De este modo se creaba un sistema de unificación internacional que permitía conocer, con exactitud y de forma correcta, la hora en cualquier punto del planeta. Y si bien los husos horarios podían ser usados localmente, siempre estarían subordinados a un horario único para todo el mundo.
Una idea brillante sin duda. Ya. Sin embargo...
Sí, las cosas de palacio van despacio. Y la idea, aunque no podía ser más coherente, al principio no gustó y fue descartada. Los expertos argumentaron que se trataba de un asunto local, por lo que quedaba fuera de su alcance ejecutorio.
Por cierto que no se me escape el vínculo.
Poco más de un mes después de esa reunión, el 14 de marzo de 1879, nacía en la ciudad alemana de Ulm un científico que quizás les suene y que también terminó diciendo algo sobre el tiempo. Su nombre Albert Einstein (1879-1955).
Ya de la que va, 1879, es el mismo año en el que A. Edison (1847-1931) desarrollaba su primera bombilla eléctrica y, el mismo en el que moría J. C. Maxwell (1831-1879), autor de la Teoría Electromagnética, TEM (1861). Qué cosa. (Continuará)
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