Ibn al-Nafis y Miguel Servet
Lo hizo el médico árabe Ibn al-Nafis en 1242, formando parte de su obra Comentario sobre Anatomía en el Canon de Avicenna.Y si bien es una explicación parcial de todo el sistema circulatorio, existe cierto consenso en el mundo científico para considerarlo el padre de la fisiología de la circulación sanguínea.
Sin duda fue todo un adelantado a su tiempo.
Y tan adelantado. Tuvieron que pasar algo más de tres siglos, para que volviera a aparecer documentación relacionada con la transfusión sanguínea.
Vino de la mano del teólogo y científico español Miguel Servet (1509/11-1553) y de su obra Christianismi Restitutio (1553).
Aunque nuestro hombre estuvo interesado en otras ramas del saber: astronomía, meteorología, geografía, jurisprudencia, teología, física, estudio de la Biblia, matemáticas, etcétera, fue su trabajo sobre la circulación pulmonar descrita en Christianismi, el que le reportó gran parte de su fama.
Claro que también ayudó a ella su controvertida cristología (estudio de todo lo relacionado con Jesús de Nazaret), tan contraria al dogma de la Trinidad (creencia según la cual Dios es un ser único que existe como tres personas distintas o hipóstasis: Padre, Hijo y Espíritu Santo) y que aparece plasmada en el mismo libro.
Una teología que en aquella época le enfrentó a la mayoría de las facciones cristianas, siendo repudiada ella y condenado él, tanto por católicos como por protestantes, y con los fatales resultados ginebrinos ya conocidos.
El caso es que con tanta movida reformista teológica su descubrimiento circulatorio permaneció en las sombras, y si bien no se puede decir que durmiera el sueño de los justos, el caso es que estuvo en duermevela hasta las disecciones realizadas en 1616 por el médico inglés William Harvey.
Harvey, Galeno y Descartes
Unas disecciones que aparecen publicadas en su obra Exercitatio Anatomica de Motu Cordis et Sanguinis in Animalibus (1616), donde William Harvey (1578-1657) describe por primera vez y de forma correcta, la circulación de la sangre y sus efectos al ser distribuida por todo el cuerpo, a través del bombeo del corazón. Se trataba de una hipótesis en línea con las ideas cartesianas acerca de lo que eran y para lo que servían arteria y venas: meros canales de distribución de nutrientes por todo el organismo.
Y en oposición con la antañona galénica, que adjudicaba funciones distintas a cada tipo de sangre, a saber: la venosa de color rojo oscuro y la arterial, más clara y brillante.
Y el método de falsación que utilizó el inglés fue del tipo lógico-cuantitativo.
Según el modelo sanguíneo del médico griego Galeno (130-200/216), ambos tipos de sangre, la venosa producida en el hígado y la arterial en el corazón, se distribuían por todo el organismo y eran consumidas por él.
Pues bien Harvey determinó que en el caso de ser cierto, el hígado necesitaría producir unos doscientos cincuenta litros de sangre a la hora (250 L/h) para que el cuerpo pudiera funcionar. (Continuará)
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