Aunque les parezca poco creíble por su contenido esta historia se remonta en el tiempo a tan solo un lustro, un quinquenio, y ocurrió nada menos que en la prestigiosa y estadounidense Universidad de Yale.
La historia ya lo saben en realidad es un estudio científico universitario. Les pongo en antecedentes.
Dirigida a comprobar hasta qué punto las mujeres están marginadas en el campo de la ciencia, esta universidad privada puso en marcha el siguiente experimento.
Se inventaron que había que cubrir una plaza de encargado de laboratorio de una universidad, y mandaron a un conjunto de ciento veintisiete (127) catedráticos un supuesto curriculum de un estudiante de ciencia que la solicitaba.
Querían que lo valoraran de 1 a 10 a efectos de su posible contratación.
Lo que los catedráticos no sabían era que si bien todos recibieron el mismo curriculum, para unos su titular era una mujer mientras que para otros se trataba de un hombre.
El de la mujer, la llamaron Jennifer, se lo mandaron a sesenta y tres (63) catedráticos y el del hombre, lo llamaron John, a sesenta y cuatro (64).
Y todos valoraron los mismos y variados aspectos del candidato: aptitude profesional, capacidad para tutelaje de otro personal, adecuación para ser contratado en el puesto, incluso dieron su opinión sobre la remuneración y condiciones laborales que merecía el candidato en función de sus méritos.
PNAS
De los resultados del estudio sabemos por la publicación que se hizo el 7 de octubre de 2012 en la revista ‘Proceedings of the national academy of sciences’, la revista científica oficial de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos y que se edita desde 1915.Y más o menos son los que ya estarán barruntando y quizás por eso no se sorprendan.
En efecto, en los tres primeros apartados -aptitud, capacidad y adecuación-, Jennifer fue peor valorada que John, y en el último los evaluadores consideraron que merecía menor remuneración y peores condiciones laborales.
De hecho la cuantificación de los informes arrojó diferencias en las puntuaciones que resultaron ser estadísticamente significativas, es decir, que era improbable que fueran fruto del azar.
Unas diferencias por tanto que no es que fueran grandes, diferentes o importantes sino significativas desde el punto de vista estadístico. Lo que científicamente es preferible.
Sobre una escala de 1 a 10, ella obtuvo en torno a un punto menos que él en los tres primeros apartados, mientras que en el de la remuneración los evaluadores manifestaron que, como mujer, merecía un salario en torno al quince por ciento (15 %) menor que el que merecía como hombre.
Y recuerden que los méritos de ambos eran objetivamente idénticos. Vamos uno era una fotocopia del otro. O el otro una fotocopia del uno. (Continuará)
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