No en vano los anquilostomas viven en el interior de mil trescientos millones (1 300 000) de personas y sobreviven en él cortando la pared intestinal con sus potentes dientes y bebiendo la sangre que emana de la herida. Es como tener vampiros en el intestino.
Lo que no deja de ser inquietante. Y lo peor es que no queda aquí la cosa. Como bien saben ya.
Ni los anquilostomas son la única criatura parásita peligrosa que existe en la Tierra, ni beber sangre es la más rara y aterradora de las acciones, ni tampoco el hombre es la única especie parasitada.
Hay otros muchos más de todo: parásitos, acciones y parasitados. Resulta que vivimos, de forma quizás no muy consciente, en un universo de parásitos. Y hasta aquí la cuarta de la serie de cinco (5) entregas sobre estos seres vivos de los que, como grupo amenazador, aportaremos también algo de información. Una especie de nota “cultureta”.
Nota sabihonda. Parásitos (4)
Claro que de paso tampoco estaría mal en que nos fijáramos cómo han evolucionado estos organismos a lo largo del tiempo y han terminado alcanzado esa aterradora facilidad para hacer las cosas terribles que hacen con sus parasitados.Han de saber que estos comandos invasores -por medio de estrategias que desde el punto de vista humano resultan perversas, muy perversas- a sus hospedadores, aparte de controlar su conducta, les cambian el sexo, las dominan, las convierten en dóciles esclavos, cuando no las devoran.
Lo dicho, de lo más turbador, unas de las criaturas más peligrosas de la naturaleza.
Y para ello no solo se introducen en el cerebro, pueden hacerlo, prácticamente, en todos los órganos del cuerpo humano, en todos: trompa de Eustaquio, vejiga, branquia, tendón de Aquiles, intestino, etcétera. Y adonde lleguen, allí se alimentan con lo que encuentren: tejido, sangre, mucosidad, etcétera. (Continuará)
Para saber más.
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