En concreto, para que se hagan una idea, se necesitaba un kilogramo (1 kg) de glándulas para obtener unos sesenta gramos (60 g) de tinte, y eran precisos doscientos gramos (200 g) de éste para poder teñir un kilogramo (1 kg) de lana.
El final de esta cadena lo marca el precio del tinte. Por cada gramo se pagaban entre diez y veinte gramos (10-20 g) de oro.
Y el principio los cincuenta mil (50 000) ejemplares vivos de cañaílla que había que capturar para obtener un kilogramo de glándulas.
Estarán conmigo que son muchas cañaíllas las que hay que coger.
Es decir que se trataba del color más difícil de producir, por lo que su uso estaba reservado para los hombres más pudientes y los artículos de mayor lujo.
Es probable que las túnicas púrpuras que los altos dignatarios (emperadores, reyes y sacerdotes) portaban en la Antigüedad, se consideraran un signo de distinción social, precisamente por esa razón. Su alto valor.
Vamos que ya por aquel entonces el asunto del colorante natural, era lo que se dice un buen negocio. Además hay testimonios escritos, creíbles de la época.
Pruebas documentales
Lean lo que pensaba al respecto el historiador griego Teopompo (380-323 a. C.), probablemente el más importante de su siglo: “La púrpura para los tintes valía su peso en plata en Colofón”. Como supondrán, en dicho contexto, el término “Colofón” escrito con mayúscula, alude a una antigua ciudad griega de Jonia en Asia Menor cercana a la costa y con puerto.
Y no a esa anotación, escrita con minúscula, en la que se detallan los datos de la publicación (nombre y marca de la imprenta, nombre y domicilio del impresor, lugar, fecha y tiraje) y que por lo general está en la última página de un texto.
Volviendo al historiador y para cerrar este apartado, recordarles que entre su obra literaria, toda perdida con el paso del tiempo, destacan las Filípicas, constituida por cincuenta y ocho (58) libros y centrada en la historia de Filipo II de Macedonia.
Dicho lo cual pasamos de la antigua, natural y cara púrpura de Tiro, al decimonónico, sintético y más popular tinte descubierto por Perkin.
Un hallazgo que podemos calificar dentro del tipo serendipia, y que nuestro hombre patentó tal día como hoy de hace ciento sesenta (160) años, el 26 de agosto de 1856.
Una fecha científica más a tener en cuenta, pero cuya historia arranca algún tiempo atrás.
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