Y tras los pasos técnicos necesarios, empezó a enviar fotografías de la superficie marciana y a realizar experimentos, a partir de las muestras que tomó del suelo con su brazo robotizado.
Aunque todo lo espacial de la aventura había empezado casi un año antes, el 20 agosto de 1975, cuando la NASA la lanzaba desde Cabo Cañaveral, Florida, EEUU.
A ella y a su hermana casi idéntica, la Viking 2, en septiembre de ese mismo año.
Llevaban el nombre de “vikinga” en honor a algunos de esos pueblos nórdicos, famosos en otros tiempos por sus valientes incursiones y desalmados pillajes en Europa.
Pues cambien continente por planeta y nórdicos por estadounidenses, y por ahí anda la cosa comparativa.
Compuestas cada una de ellas de un orbitador y un módulo de aterrizaje, no fueron pocos sus logros en el planeta rojo. A saber.
Fueron las primeras sondas en obtener imágenes de alta resolución de la superficie de Marte.
Hicieron análisis a fin de determinar naturaleza, composición y estructura tanto de la atmósfera como de la superficie. Y realizaron ensayos biológicos sobre el terreno, para indagar si había vida en el planeta.
En este sentido no hubo suerte pues en el lugar donde amartizaron, no se halló el menor rasgo fluvial, al menos visible para el instrumental que disponían.
Sin duda la de las Viking fue una ambiciosa misión que no sólo entusiasmó al público en general, sino que abrió al mundo científico una ilusionante vía para la futura exploración espacial.
Tras ellas la NASA puso en marcha el Phoenix Mars Lander, el Mars Reconnaissance Orbiter y los Mars Exploration Rovers, entre otros.
Gracias a todos ellos ya sabemos que -al contrario de lo que el hombre se había imaginado durante siglos, que Marte podría estar cubierto con vegetación o incluso habitado por seres inteligentes- el planeta rojo es un mundo helado y desierto.
Es decir, lo que la ciencia dice es totalmente diferente. Al menos ahora y desde hace mucho, mucho, tiempo sólo hay lo que hay. Silencio, profundos cañones o casquetes polares que se expanden y contraen con las estaciones astronómicas.
¡Ah! Y una posible presencia de agua líquida, ya sea de su pasado remoto o conservada hoy en el subsuelo.
Una sustancia química el agua H2O, que miremos por donde miremos la encontramos, casi siempre, asociada a la vida tal como la reconocemos en el nuestro planeta.
De ahí que partamos de la plausible premisa de considerar al compuesto químico agua como sinónimo del fenómeno biológico vida.
¿Hay alguien ahí fuera?
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