lunes, 18 de julio de 2016

Juno y Júpiter. Mito y Ciencia (1)

Algunos de los avisados lectores con los que cuenta el blog, no es que hilen fino con sus comentarios, lo que ya está bien. No. Ellos van más allá y lo que hacen es no dar puntada sin hilo.

Lo que es aún mejor.

Se preguntarán a qué viene este comienzo, pero creo que coincidirán conmigo en esto. Es lo único lógico y sensato que se puede deducir de un comentario que me llegó hace un par de días. Justo el día siguiente de yo contarles lo de Juno y Júpiter.

Por si no lo tienen a la vista reza así: ¿Es una casualidad que la sonda enviada al planeta se llamen Juno y Júpiter?

No me digan que no tiene intención.

Está claro clarito claro, que sí. El anónimo escribiente me anda buscando y sabe de qué pie cojeo, por lo que me pone la mejor cuña posible y que no es otra que la de la misma madera.

Y no, no es casualidad.

De hecho a primeros de mes, ya se podían ver artículos con entradas del tipo “La llegada de Juno a Júpiter transforma la mitología en ciencia”. Un nexo que está muy bien traído.

Porque Juno y Júpiter pertenecen a estos dos mundos o campos de conocimiento humano: el de la mitología y el de la ciencia. Empecemos por orden de antigüedad.

Juno y Júpiter mitológicos
Dentro de la mitología romana Júpiter, hijo de Saturno y Ops o Cibeles, era el dios principal y padre soberano de todos los dioses y hombres. Junto a Juno, que era su hermana a la vez que esposa, y la hija de ambas, Minerva, conformaban la triada capitolina.

Aunque a veces tenía un carácter guerrero, Juno, representaba al matrimonio, la maternidad y el parto en este grupo de escogidos dioses.

Por cierto les he de recordar que Plutón, Vesta y Ceres fueron también hermanos de Júpiter quien, además de Minerva, con Juno tuvo también a Vulcano y Marte.

Se lo pongo negro sobre blanco para que vean que esto de la mitología y la ciencia no es de ahora, sino que ya viene de lejos. Se trata de una estrecha relación al menos con una de las ciencias del espacio, la astronomía.

Volviendo a Juno y Júpiter han de saber que la historia de amor entre ellos fue algo escabrosa. No ya porque fueran hermanos, eso entre los dioses no estaba mal visto, sino porque él era un “pinta”.

Vamos que no dejaba de tener continuos escarceos amorosos con otras diosas.

Unas infidelidades que disimulaba de forma maestra creando un velo de nubes que usaba para esconderse. Una espesa niebla que era muy difícil de penetrar, por lo que él estaba muy tranquilo de no ser descubierto.

Ni que decirles que ella, aunque diosa, se moría de celos. Al fin y al cabo era también mujer. Y con respecto a lo de morir, me refiero a lo que lo pueda hacer una divinidad, entiéndanme.

Y si es muy difícil engañar a una esposa normal, ya me dirán si además es una diosa y para más inri tu hermana.

El caso es que Juno tenía entre sus facultades la de poder atravesar la bruma jupiterina con su mirada y así discernir la identidad de las amantes de su travieso esposo y hermano.

Estás pillado Júpiter. Lo que una mujer no pueda.

En otro orden, no sé si lo saben, yo me he enterado al preparar estas líneas para ustedes, pero cuatro de las amantes del dios Júpiter se llamaban Ío, Europa, Calisto y Ganímedes.

¿Les suenan?


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