Va, como puede suponer, sobre la identidad del grafitero conocido como Banksy y que nadie ha descifrado hasta ahora, a pesar de que intentos no han faltado.
De hecho para los ingleses, averiguar quién es este artista callejero y agitador social, parece haberse convertido en un deporte nacional a la altura misma del cricket. Que ya es convertirse.
El caso es que, cada cierto tiempo, aparece alguien que asegura saber quién es el enigmático pintor urbano.
Bueno, pues de lo que les hago partícipe en estos momentos es de que habemus nueva hipótesis identificativa.
Aunque, verán, en realidad no es tan nueva.
No lo es porque las últimas investigaciones realizadas apuntan a que se trata de Robin Cunningham (1973), el mismo vecino de Bristol que lleva siendo sospechoso desde hace ocho años por lo menos.
Buscando a Banksy, desesperadamente
Quienes esto afirman ahora, no crean que son unos cualesquiera, unas personas de poca categoría social. Unos mindundis, vamos. No. En absoluto. En esta ocasión se trata nada menos que de un grupo de científicos, integrado por varios biólogos y un criminólogo, de la Universidad Queen Mary de Londres quienes, por lo que se ve, no tienen otra cosa más productiva que hacer.
Especializados en seguir el rastro de delincuentes utilizando métodos matemáticos -algoritmos y patrones de conducta y movimiento-, y que hasta ahora se había utilizado para buscar a asesinos en serie o investigar a terroristas, desde este asunto que les cuento, se ve que sirve también para identificar a un artista.
Como lo leen. Y es que a ellos, a los investigadores, el objetivo concreto no les importa.
Lo suyo es desarrollar programas informáticos que sirvan para todo tipo de investigaciones policiales. De modo que lo mismo les da, que les da lo mismo.
Lo que importa es que su software imita la conducta humana haciéndola predecible y sin que influya mucho el mismo humano.
Técnica criminalística
Una línea de trabajo cuya técnica está basada en una asunción substancial por su parte.Las personas que cometen actos ilegales, sean estos los que sean: esconder cadáveres, secuestrar personas o, ya de la que va, pintar grafitis, se comportan de una forma bastante predecible. No es que sean idénticas entre sí, que no lo son, pero sí son muy similares.
Algunas de ellas, incluso, nos suenan de las películas de detectives que vemos en televisión.
Y así, siempre suele haber una distancia parecida entre el lugar de residencia o donde se esconde el delincuente y el escenario donde suceden los hechos. Dos puntos que nunca están muy cerca, pero tampoco demasiado alejados.
Ésta es una de esas pautas de comportamientos, que se suelen repetir de forma similar.
Aunque naturalmente cada persona tiene sus propias peculiaridades, pequeñas diferencias que le singularizan pero que no son más que simples variaciones que se pueden subsanar, introduciendo en el programa informático un factor de corrección.
Bueno pues así, al parecer, utilizando estas técnicas criminalísticas y tras un análisis de los escenarios y patrones que, supuestamente, ha seguido el enigmático artista, han conseguido reunir las coordenadas de unos ciento cuarenta (140) lugares donde han aparecido sus huellas, supuestamente claro.
Lo que llaman en el argot, “puntos calientes”.
“Puntos calientes”
Así los llaman. Unos “puntos calientes” por los que en teoría al menos se habría movido el “pieza del grafiti” y entre los que se cuentan un pub, un parque y cuatro apartamentos, tres de ellos en la capital británica. (Continuará)
¿Qué es la paradoja del cuervo?
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