Su esencia fundamental es la creencia en la conversión del pan y el vino del acto, en el cuerpo y sangre de Jesús. Un pan y un vino que, una vez transformados, sacerdote y fieles ingieren. Es decir, comen y beben al Hijo de Dios. O lo que es lo mismo, comulgan.
Estarán conmigo que se trata de un acto del todo prodigioso y que no se puede (debe) hacer, sin un ceremonial estrictamente reglado.
Pues bien, entre esas reglas está la prohibición de la ingesta de alimento, sólido o líquido, antes de recibir el cuerpo de Cristo.
Bien, pero, ¿qué pasa con el tabaco?
Resulta que hasta ese momento no se conocía. Y de un lado el humo del tabaco era gaseoso, por lo que quedaba fuera de la prohibición. Y del otro, el polvo de tabaco, rapé, aunque sólido, no llegaba al estómago, pues se quedaba en las fosas nasales.
¿Rompe el tabaco el ayuno?
Así que, ¿se podía tomar tabaco un rato antes de comulgar o no? ¿Rompía el ayuno eucarístico, dado que no se ingiere? “Houston, tenemos un problema”, que diría alguien cinco siglos después, aunque por otros motivos bien diferentes.
La respuesta al dilema tabaquil vino de la mano de un religioso italiano, San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), considerado el príncipe de los moralistas, quien tras sopesar el asunto tomó una decisión que le pareció coherente.
Y en su manual de instrucción para confesores estableció que la ingesta de tabaco en cualquier de sus formas no rompía el ayuno eucarístico.
Ni el tabaco fumado. Ni el inhalado en polvo. Ni el masticado, siempre que una vez escupido la saliva quedara razonablemente limpia. Ninguna de las formas rompía el ayuno.
Eso es lo que decidió el hombre santo, que fue además: Obispo de la Iglesia católica; fundador de la Congregación del Santísimo Redentor, sus miembros son conocidos como redentoristas; canonizado en 1839 y proclamado ‘Doctor de la Iglesia’ casi un siglo después de su muerte, en 1871.
Bueno también es el patrono de los abogados católicos, de los moralistas y de los confesores. O sea que méritos y cualidades, al parecer, no le faltan al santo.
Ah, un detalle que se me olvidaba. Alfonso María, el hombre, era un impenitente fumador. Lo digo por si esa humana costumbre suya pudo influir en la toma de decisión divina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario