miércoles, 23 de marzo de 2016

Leyenda de Artabán (2)

Ya han transcurrido esas semanas exigidas, por lo que toca poner fin a la leyenda que iniciamos las navidades pasadas.

Si recuerdan dejamos al bueno de Artabán encerrado en los calabozos del rey Herodes, ya con solo uno (jaspe) de los tres regalos (diamante, rubí y jaspe) que le llevaba al Niño, pero con un consuelo que no dejaba de resonar en sus oídos.

De vez en cuando, en la soledad de su cautiverio le llegan rumores. Unos que hablan de un galileo que sana a los enfermos y alivia los corazones atribulados.

Entonces él, en medio de las tinieblas de su encierro, se forja una ilusión.

Intuye que ese hombre debe ser, tiene que ser, el niño al que un día quiso honrar con sus regalos. Y comprende que los prodigios, consejos y promesas que de él oye son los propios del Rey de Reyes al que fue a adorar.

Es la única luz que ilumina su encierro. Así pasaron treinta años que fue lo que duró el cautiverio.

Camino del Gólgota
Pero hete aquí que un día, sin saber muy bien porqué, se vio libre y deambulando por las calles de Jerusalén. Y uno de esos días se ve arrastrado por una multitud.

Una riada de gentes que encaminan sus pasos hacia el monte Gólgota, donde dicen que van a crucificar a un hombre. Uno del que algunos dicen es el Mesías, enviado por Dios para salvar al mundo.

Pero el Sanedrín no lo ve así y lo acusa de falso profeta, otro más que ha osado blasfemar contra Dios. Dicta su veredicto y como consecuencia tendrá su castigo, la crucifixión.

Y en esa marcha hacia el Gólgota, Artabán se tiene que detener para descansar y recuperar el aliento. Lo hace en una plaza en la que se está subastando como esclava a una muchacha.

Su padre tiene una deuda que saldar y con la venta de la hija la saldará.

Entonces nuestro hombre, conmovido, busca entre sus andrajos lo último de valor que le queda.

Sí el trozo de jaspe de Chipre, que todavía conserva con la oculta esperanza de entregárselo algún día al Niño. Pero su corazón le hace renunciar a ella y comprar con él la libertad de la muchacha.

Y es que a veces la libertad vale más que la esperanza.

Pero él ya se ha quedado sin nada
Sin el diamante de Méroe, ése capaz de repeler los golpes del hierro y neutralizar los venenos. Se lo entregó a un hombre malherido, desnudo, casi agonizante que se encontró muy cerca de la ciudad de Borsippa..

Se trataba de un comerciante que había sido atracado por unos ladrones que, además de robarle sus pertenencias, le habían propinado una buena paliza ¿Qué hacer?

Sin el rubí de las Sirtes, cuyo solo fulgor era capaz de disipar las tinieblas del espíritu.. Con él compra a un soldado para que no mate a un niño, en ese día de matanza que mandó el rey Herodes.

Un soborno que le cuesta ser detenido y es causa de su cautiverio durante treinta años.

¿Qué hubiera hecho usted?

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