Curiosamente, en otros países norteños del continente como Polonia, se utilizaba el calendario de la Circuncisión, que establecía el comienzo del año el 1 de enero. Así que al menos, esta contabilidad del tiempo, apenas causaba confusión a la hora de establecer las fechas de determinados hechos históricos.
Pero por si los calendarios ya expresados fueran pocos, hay que añadirles otros. Por ejemplo el calendario musulmán y el calendario judío.
Que como ya hemos enrocado en estos predios son lunares, con lo que eso suponía en la contabilización de los meses del año.
Sin duda unos agregados que complicaban aún más el batiburrillo de fechas a lo largo del siglo XVI. Una mescolanza a la que intentó poner orden el papa Gregorio XIII, con su conocido calendario gregoriano.
Calendario del papa Gregorio XIII
Baste recordar aquí que fue instaurado de forma oficial en 1582 y que es el que actualmente se utiliza en casi todo el mundo, al sustituir al calendario juliano, utilizado desde que Julio César lo instaurara en el año 46 a. C.
Un calendario que tuvo sus orígenes en unos estudios realizados por científicos de la Universidad de Salamanca, en concreto en los años 1515 y 1578.
De ellos la iglesia ignoró el primero pero aceptó el segundo que fue la base del actual calendario y cuyo usos el papa promulgó por medio de la bula Inter Gravissimas. Lo que por supuesto fue todo un logro.
Pero no por ello debemos obviar que en sus comienzos, lo tuvo bastante difícil.
De hecho su instauración a finales del XVI apenas sirvió para unificar criterios entre toda la cristiandad. Por desgracia y para entonces, eran ya demasiado grandes las diferencias religiosas entre las distintas facciones; y el odio entre los hombres había abierto abismos imposibles de salvar.
Pero bueno, en ese momento, sí unificaron sus calendarios todos los países católicos, con las consecuencias conocidas: se perdieron varios días del año, se crearon los años bisiestos, etcétera.
Sin embargo no todos los países y grupos religiosos aceptaron la orden papal de inmediato. Como saben luteranos, calvinistas, anabaptistas y demás se hicieron los remolones, lo que añadió más caos aún a la situación calendaria.
Reticencias varias
El caso es que el comienzo del Año Nuevo, en realidad, empezó a festejarse el 1 de enero hace relativamente poco tiempo.
Primero lo hicieron los países católicos, al inaugurarse el calendario del papa Gregorio XIII y después, poco a poco, las restantes naciones y grupos cristianos escindidos.
Recordar que la unificación se produjo en la paz de Westfalia de 1648. Aunque Inglaterra, la pérfida Albión, no lo aceptó hasta 1752. Y los ortodoxos continuaron negándose a aceptar la solución papal, hasta ya entrado el siglo XX.
Así que ingleses, rusos y griegos entre otros, iban por su cuenta consignando fechas en sus documentos históricos, distintas de las del resto de Europa. Lo que ha dado lugar a no pocas confusiones.
Por ejemplo y sin ir más lejos, aquella que dice que Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día, el 23 de abril de 1616.
Lo que es falso de toda falsedad.
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