Era la primera experiencia astronómica por radar. El primer intento de sondear activamente un cuerpo celeste, y la primera piedra para las técnicas de rebote lunar, EME, (Earth-Moon-Earth).
El origen de la señal provino de una de las antenas especialmente diseñada para tal fin y localizada en Belmar, Nueva Jersey. El radar emitió ondas electromagnéticas de alta frecuencia, ondas de radio, y se recibió respuesta unos dos segundos y medio (2,5 s) después.
Es el tiempo que tardó el recorrer aproximadamente unos 768 806 km en su viaje de ida a la Luna y vuelta, tras rebotar en ella, a la Tierra. Con la experiencia se demostraba, además, que las ondas de radio podían salir de la atmósfera terrestre.
Un cálculo, el anterior, que nuestros alumnos de secundaria pueden fácilmente realizar dado que las ondas electromagnéticas de desplazan con movimiento uniforme (MU), es decir a velocidad constante, en este caso de 299 792,458 km/s, y que el satélite dista de nosotros una distancia de unos 384 403 km.
Radar y Proyecto Diana
Del primero sólo apuntaré lo obvio.
Técnicamente es un sistema de detección de objetos que emplea ondas electromagnéticas para determinar la distancia, altitud, dirección o velocidad de cualquier objeto estático o móvil.
Es decir que se puede utilizar para detectar aviones, barcos, naves espaciales, misiles guiados, vehículos terrestres de motor, formaciones meteorológicas, cuerpos celestes, etcétera.
Y desde el punto de vista gramatical, el término deriva del acrónimo inglés radio detection and ranging, “detección y medición por radio”, y parece ser que fue acuñado en 1941 por la Marina de los Estados Unidos.
Del segundo que sepan que esta experiencia de “rebote lunar”, se encontraba enmarcado dentro de lo que conocía como Proyecto Diana.
Sí, Diana. Como la diosa virgen de la caza, protectora de la naturaleza. Y no. No sé la razón de la asociación.
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