jueves, 31 de diciembre de 2015

Quinetoscopio, vitascopio y cinematógrafo

Naturalmente el cinematógrafo, la máquina de los Lumiere capaz de filmar y proyectar imágenes en movimiento, fue evolucionando y salieron nuevos modelos más avanzados que mejoraron la calidad de grabación y proyección.

Por cierto que no les he dicho apenas nada de la máquina en sí, ni de su origen y evolución. Vayan unas pinceladas.

Del quinetoscopio al cinematógrafo
O lo es que lo mismo del estadounidense Edison a los hermanos franceses. 

Porque fue en el laboratorio de Menlo Park, del prolífico inventor estadounidense T. A. Edison (1847-1931), donde nació el precursor del moderno proyector cinematográfico de los Lumiere.

Su nombre quinetoscopio, cinetoscopio o kinetoscopio, del griego kineto, “movimiento”, y scopos, “ve”. Un dispositivo que los hermanos conocieron en 1894 cuando el mismo llega por primera vez a Europa.

Es cierto que él fue el embrión, pero no lo es menos que, tras pasar por sus manos, la evolución que experimentó el artilugio es drástica.

Para empezar el nuevo aparato francés, a diferencia del voluminoso y pesado quinetoscopio había reducido las dimensiones haciéndolo un aparato más manejable y ligero, que sólo pesaba unos cinco kilogramos (5 kg).

Además había aumentado su eficiencia ya que servía a la vez como cámara y como proyector de las imágenes sobre una pantalla. O sea dos en uno.

Imágenes en una pantalla, la más significativa quizás de las diferencias.

Mientras que la de Edison sólo permitía ver bandas móviles de imágenes, a una sola persona cada vez a través de una ventanilla, la tecnología del cinematógrafo permitía a muchas personas, de manera simultánea ver una misma proyección.

Estaba claro que eran como la noche y el día. No había comparación entre ellas y de haberla, ésta carecía de color. Bueno color, lo que dice color, no tenían ninguno de los dos.

Pero el de los Lumiere molaba más.

Desde el punto de vista técnico decir que el nuevo ingenio empleaba un sistema de paso discontinuo, como el de una máquina de coser para que se haga una idea, que mostraba fotograma tras fotograma, a un ritmo de dieciséis imágenes por segundo (16 fps).

Con ese valor de frecuencia que con el tiempo y las nuevas técnicas cambió, y gracias al efecto de la persistencia retiniana de las imágenes sobre el ojo humano, se producía en el cerebro la magia del movimiento.

Porque en realidad el cinematógrafo no creaba imágenes en movimiento, no era un vídeo para que me entienda. Lo del cinema es una ilusión óptica que nos genera la impresión de que existe movimiento en las imágenes.

Pero no es así. La proyección de los fotogramas a ese ritmo logra engañar al ojo y le hace creer que lo que está viendo son imágenes en movimiento. Es lo que tienen todas las magias, incluida la del cinematógrafo.

Un cinematógrafo que prudentemente los hermanos habían patentado el 13 de febrero de 1895. Un día antes de San Valentín. Hombre previsor vale por dos.


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