Se trata de un pensamiento que va más allá de lo que es obvio, de lo que pensaría cualquiera de nosotros con algo de lógica, al concluir que cuando esto sucede, sencillamente, la persona no siente su peso.
La idea que se deprende del experimento que nace y se desarrolla en su mente, es la señal de salida que lo pone en el camino hacia la teoría de la relatividad general.
De salida sólo porque después imagina que en la caída, el hombre va dentro de un ascensor. Y lo ve claro: “Él y los objetos que lo rodean, flotarían”.
Y sin solución de continuidad se imagina la escena, ahora en el espacio exterior, donde no hay gravedad y el ascensor, donde va esta persona, es empujado hacia arriba por la acción de una interacción.
Una fuerza (F) que le originará una aceleración (a) que motivará.
Uno. Que la persona sienta su peso hacia abajo, contra el suelo del ascensor. Y dos, que cualquier objeto que esté allí dentro, caiga a dicho suelo si lo suelta, mismamente, como si estuviera en la Tierra sometido a la gravedad.
Conclusión. El experimento mental conduce a que no existe forma alguna de diferenciar entre gravedad y aceleración sólo por sus efectos. Así que pensó que la gravedad no existía, no al menos como la concebía Isaac Newton (1642-1727).
Y tenía razón. La verdad del alemán es de más largo recorrido teórico y práctico que la del inglés. Lo que no la inhabilita ni la hace falsa, sólo marca los límites de su validez.
De hecho las ecuaciones de la Ley de Gravitación Universal (LGU) de Newton se usan todavía para calcular todos los movimientos, a excepción de los más extremos, por decirlo de forma breve.
Lo dicho con anterioridad ya saben que se conoce como Principio de equivalencia y marcó el punto de partida de la teoría de la relatividad general.
“Newton, perdóname”
Son palabras escritas por Einstein en su ‘Notas autobiográficas, 1949’ y que parecen, más que nada, la disculpa que un gran genio pide a otro gran genio, por superar sus estudios. La parrafada completa es como sigue:“Con esto es suficiente.
Newton, perdóname, tú hallaste el único camino que en tu época podía seguir un hombre del más elevado poder de pensamiento y de creación.
Los conceptos que tú creaste guían aún hoy nuestro pensamiento físico, aunque sabemos ahora que tendremos que reemplazarlos por otros más lejanos de la esfera de la experiencia inmediata, si queremos llegar a una comprensión más profunda”. (Continuará)
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