A ellos, responsables en primera instancia de que, prácticamente, no nos hayamos perdido ningún acontecimiento de interés en nuestros cielos, a lo largo del último medio siglo. A ellos y a su funcionamiento.
Que según cuentan en los mentideros del espacio, posibilitaron que los presidentes, estadounidense y soviético, en su momento, se intercambiaran insultos en vez de misiles nucleares. Lo que no es poco y por supuesto mucho, mucho, más que nada.
Es más, visto así fueron o quizás son, una línea caliente de comunicación. Porque eso es lo que son nuestros jinetes del cielo, satélites de comunicaciones.
Satélites de comunicaciones
Les cuento esto porque hace ahora cincuenta (50) años, en 1965, se lanzó el primer satélite comercial de comunicaciones. Un fruto de la tecnología humana de nombre Intelsat 1, que viene a ser como el patriarca de la saga satelitera. Pero esa es sólo una fecha, en realidad la historia empezó antes y en otro lugar.
Y así como la Biblia nos dice que primero fue el Verbo, la historia astronáutica nos muestra que todo esto de los satélites nació en el campo de la ciencia-ficción. En concreto de una idea del gran escritor inglés Arthur. C. Clarke (1917-2008) que la emitió en 1946.
Sí, un año después de los bombardeos nucleares de las ciudades japonesas de Hirosima y Nagasaki, y de los que hemos recordado hace poco más de un par de meses, su setenta (70) aniversario.
Comprendo que les pueda sonar extraño que un hombre tenga una idea así, después de lo visto lo que había pasado. Pero es que Clarke siempre tuvo mucha fe en el progreso, en el que implica avance.
Mas como era listo, muy listo, no se engañaba. Y por supuesto que no tenía tanta en el hombre, en el animal racional e inteligente que es.
De ficción a realidad
Y tras la ciencia ficción vino la aplicación militar y bélica del invento satelitense. La empezaron los soviéticos cuando, en 1957 lanzaron el Sputnik 1, el primer satélite artificial de la historia. Fue el primero de la serie que conformaron el Programa Sputnik, siendo el siguiente, el Sputnik 2, el primero en llevar a un animal a bordo, una perra llamada Laika.
Y tras ellos, seis (6) años después, en 1963, la estadounidense NASA ponía en órbita el Syncom 2.
Que formaba parte del programa conocido como Syncom e iniciado en 1961. Un acrónimo inglés que viene a significar algo así como satélite de comunicación sincrónico. De hecho, el Syncom 2, fue el primer satélite de comunicaciones geosincrónico del mundo, y el Syncom 3, lanzado en 1964, el primer satélite geoestacionario del mundo.
Eran tiempos peligrosos para mundo polarizado pues, no en vano, les estoy hablando de los años de la Guerra Fría. Una expresión que si usted, amable lector, ha cumplido ya el medio siglo, le sonará.
Y también sabrá que por suerte y a pesar de la tensión latente, la cordura se impuso y el disparate, sólo hay que mirar las fechas, no progresó (demasiado).
El caso es que, gracias a un consorcio empresarial, en 1965, el hombre lanzaba al espacio el primer satélite comercial. (Continuará)
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