Sobre el suicidio y el arma
Parece ser que ese día de solsticio de invierno salió de su casa en la Alameda de Hércules, y se dirigió hacia el muelle de la Barqueta, caminando por las vías del tren hasta el empalme de San Jerónimo.Allí fue donde se pegó un tiro bajo la barbilla con un pequeño revolver.
Aunque hay quienes son de la opinión que, en realidad, su primera idea fue la de arrojarse al paso del tren. Una posibilidad que a tenor de lo sucedido descartó, pero probable razón de que su cadáver apareciera cerca de las vías férreas.
¿Qué por qué cambió de opinión?
Eso como comprenderán lo más probable es que ya nos quedaremos sin saberlo. Quizás, seguimos dentro de la especulación, su sentido de la estética le impidió dejar tras su acto un cuerpo destrozado por el tren, y optó por el tiro de abajo a arriba a ras de la barba.
Lo hace sin testigo y cuando no mucho después encontraron el cadáver, nadie sabía de quién se trataba.
De hecho en el periódico de la mañana del día siguiente, en la columna de sucesos se reseñaba: “Hallazgo de un cadáver. Junto a las vías del tren, en el ramal ferroviario a San Jerónimo, apareció ayer tarde el cadáver de un hombre decentemente vestido. Fue trasladado al depósito judicial, donde aún no ha sido identificado”.
Pero a lo largo de la mañana se comprueba su identidad.
Y la conmoción que produce en la ciudad es grande. Con su muerte la Humanidad perdió al genio en el que se había convertido el hijo del vendedor de aceitunas aliñadas del mercado de la calle Feria, reconvertido en próspero tonelero.
Eran otros tiempos y el suicidio no estaba bien visto, si bien desde entonces las cosas han cambiado.
No obstante, y a pesar de las estrictas normas sociales de finales del XIX, la gestión de familiares y amigos en las “altas esferas” impidieron la sepultura extramuros.
Para ello alegaron que desde hacía tiempo, Antonio, padecía una extraña enfermedad mental y que cuando se quitó la vida estaba enajenado y muy ofuscado. De modo que su inteligencia no sabía lo que estaba haciendo.
Es más o menos la variante de la época, del conocido argumento del concepto psiquiátrico que responde al nombre de Trastorno Mental Transitorio (TMT), que tiene su origen en nuestro Código Penal de 1932.
Según el mismo y tras algunas modificaciones, junto al enajenado que estaba exento de responsabilidad criminal, se encontraba también "el que se hallare en situación de estado de inconsciencia".
Un “estado de inconsciencia” que implica admitir como motivo de exención, una perturbación transitoria del psiquismo, ligada a la acción de alguna causa exógena. (Continuará)
Lo hace sin testigo y cuando no mucho después encontraron el cadáver, nadie sabía de quién se trataba.
De hecho en el periódico de la mañana del día siguiente, en la columna de sucesos se reseñaba: “Hallazgo de un cadáver. Junto a las vías del tren, en el ramal ferroviario a San Jerónimo, apareció ayer tarde el cadáver de un hombre decentemente vestido. Fue trasladado al depósito judicial, donde aún no ha sido identificado”.
Pero a lo largo de la mañana se comprueba su identidad.
Y la conmoción que produce en la ciudad es grande. Con su muerte la Humanidad perdió al genio en el que se había convertido el hijo del vendedor de aceitunas aliñadas del mercado de la calle Feria, reconvertido en próspero tonelero.
Sobre el enterramiento y el TMT
Pero fueran las circunstancias las que fueran, el caso es que al principio las autoridades eclesiásticas le negaron enterramiento en tierra sagrada y se le llevó al cementerio civil.Eran otros tiempos y el suicidio no estaba bien visto, si bien desde entonces las cosas han cambiado.
No obstante, y a pesar de las estrictas normas sociales de finales del XIX, la gestión de familiares y amigos en las “altas esferas” impidieron la sepultura extramuros.
Para ello alegaron que desde hacía tiempo, Antonio, padecía una extraña enfermedad mental y que cuando se quitó la vida estaba enajenado y muy ofuscado. De modo que su inteligencia no sabía lo que estaba haciendo.
Es más o menos la variante de la época, del conocido argumento del concepto psiquiátrico que responde al nombre de Trastorno Mental Transitorio (TMT), que tiene su origen en nuestro Código Penal de 1932.
Según el mismo y tras algunas modificaciones, junto al enajenado que estaba exento de responsabilidad criminal, se encontraba también "el que se hallare en situación de estado de inconsciencia".
Un “estado de inconsciencia” que implica admitir como motivo de exención, una perturbación transitoria del psiquismo, ligada a la acción de alguna causa exógena. (Continuará)
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