(Continuación) Que no están bien repartidos los aciertos y errores en la obra de Verne les decía, y es que, el paso del tiempo y el avance en el conocimiento científico nos han permitido saber que hay más de los segundos que de los primeros.
Algo natural. No debemos obviar que estamos ante una novela. Una mítica e icónica obra, en la que el escritor galo amolda un mundo literario al margen de la realidad. Y con él, esto es lo mollar del asunto, da a entender que la Tierra está hueca.
Una visión que setenta (70) años después, nuestra científica danesa desmontó. Sus investigaciones concluyeron que el hueco mundo de don Julio, era del todo inviable. Es lo que tienen el valor de las pruebas y una mujer empeñada en lograrlas.
Una unión no siempre fácil de alcanzar. Algo que terminó aprendiendo, más bien pronto que tarde nuestra científica, de la que quizás habría que hacer una reseña biográfica.
Una biografía de Inge Lehmann
Inge nació en el seno de una familia de alta formación intelectual y de carácter progresista, lo que le brindó la posibilidad de tener una educación igualitaria. En concreto, y a modo de anécdota, acudió a una escuela mixta dirigida por una tía del físico y nobel Niels Bohr (1885-1962) quien, como bien saben, realizó contribuciones esenciales no sólo para la comprensión de la estructura del átomo, sino para un mejor entendimiento de la mecánica cuántica.
En dicha escuela, vuelvo a Inge, los alumnos estudiaban los mismos temas académicos, sin que importara su sexo o condición social.
Un status muy parecido al que vivió en la universidad donde obtuvo su título de matemáticas, pero que cambió cuando se trasladó a la Universidad de Cambridge, para sus estudios de grado.
En la prestigiosa universidad británica, Lehmann, comprendió que su condición de mujer le supondría encontrarse con más de una piedra en el camino científico. No. No sería éste, precisamente, un camino de rosas. Ni para ella, ni para ninguna mujer.
No obstante, y a pesar del machismo universitario imperante, concluyó sus estudios en 1920, que había complementado en Alemania, Francia, Bélgica y Países Bajos.
Después empezó su carrera como sismóloga profesional, estudiando redes sísmicas en Dinamarca y Groenlandia. Y tras regresar a su país en 1928, fue nombrada Jefa del Departamento de Sismología del recién creado Real Instituto Geodésico danés.
Pero ojo, el cargo lo consiguió antes de que llevara a cabo su más que importante descubrimiento del núcleo terráqueo; un hecho que habla de su valía profesional y del prestigio que ya gozaba como científica.
Un cargo en el instituto geodésico que mantuvo durante veinticinco (25) años, y eso que era mujer. Sí, nuestra científica fue una pionera, como mujer y científica, que nunca cejó en su empeño. Nunca porque durante toda su vida, siguió investigando sobre el planeta.
No dejó de escribir artículos y recibir homenajes hasta cumplir los cien (100) años. Por ejemplo en 1971, con ochenta y tres (83) años, recibió la Medalla William Bowie, la máxima distinción de la Unión Geofísica Americana, por sus fundamentales descubrimientos en el campo de la geofísica.
Inge falleció a los ciento cuatro (104) años de edad y con su vida entre nosotros quedó: un extenso legado para la ciencia en general; un trabajo imprescindible para la geofísica en particular; y un consejo para Julio Verne (1828-1905) y todos nosotros: “No viajéis al centro de la Tierra”.
El escritor no lo pudo leer porque el trabajo sobre el mismo se publicó en 1936 y, para esas fechas, él ya no estaba entre nosotros. Un trabajo que por cierto tiene un título bien breve, “P”, pero que se bastó por sí solo para colocarla en la historia de la geofísica.
En otra ocasión les cuento su historia.
pues yo he leido trabajos cientificos muy importantes que demuestran que la tierra esta hueca y habitada por una raza superior
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