Forma parte del primer discurso que W. Churchill pronunció como Primer Ministro, el 13 de mayo de 1940 en la Cámara de los Comunes, la cámara baja del Parlamento del Reino Unido.
Eran tiempo convulsos. Europa estaba en crisis pues tres días antes, Hitler había invadido Francia y Holanda. Y el gobierno inglés, acusado de no estar enfrentándose con suficiente vigor a Alemania, le confió el mando a Churchill, entre el escepticismo general de la clase política.
Pero fueron sus decisiones (entre otras las científicas y tecnológicas), sus alianzas y, dicen que también, sus palabras las que ganaron una guerra que estuvo a punto de perderse. Así que bien se podría decir que la frase pertenece a un discurso que ganó una guerra.
Y una frase que el propio Churchill utilizaría posteriormente, con ligeras variantes, en otros tantos discursos. Incluso llegó a editar la gran mayoría de ellos en una recopilación que tituló, de forma abreviada, Sangre, sudor y lágrimas, 1941.
Ya de la que va, resaltar la forma con la que los británicos respondieron a la labor del político Winston Churchill, el único primer ministro galardonado con un Premio Nobel de Literatura (1953).
De Churchill y la Segunda Guerra Mundial
Una muy breve cronología de los hechos nos dice que nuestro hombre asumió el liderazgo nacional al inicio de la Segunda Guerra Mundial y que, como un bulldog humano, inició la resistencia contra Hitler.Lo hace reemplazando a un, hasta entonces, titubeante Primer Ministro, el conservador A. N. Chamberlain (1869-1940), y con ello todo lo demás. Incluido el conocido discurso y la famosa máxima, en cualquiera de sus churchilllenses formas.
Poco después nuestro hombre, propiciaba que los científicos pusieran sus conocimientos al servicio de la guerra.
Un servicio casi invisible para el pueblo e incomprensible para el no iniciado pero que, en sus propias palabras: “sin sus logros todos los esfuerzos y la pericia de sus aviadores y toda la bravura y los sacrificios de su gente hubieran sido en vano”.
Un servicio fundamental que hacía que, el 7 de mayo de 1945, se rindiera la Alemania nazi.
Sin embargo y sorprendentemente, dos meses después, en elecciones generales, la ciudadanía albiónica premiaba al estadista, con la derrota más apabullante que nunca han sufrido los ‘tories’. Sorpresas que da la vida. Pérfida Albión.
Pero el determinante papel que científicos y técnicos jugaron en el triunfo aliado, sí dejaron su marca sobre el subconsciente de la sociedad. Buena prueba de ello es la exposición Los científicos de Churchill, que durante estos meses se está celebrando en el Museo de Ciencias de Londres.
Más vale tarde que nunca. Lo que es bueno.
Ciencia y sociedad
Pero hay algo que es mejor. En la cultura de esos países, el apoyo a la ciencia y la tecnología sigue siendo una constante.Ellos no ignoran ni olvidan la obviedad de su incuestionable contribución al desarrollo y bienestar común. Ni en aquellos tiempos tan dramáticos ni en los posteriores, pues es gracias a ellas que disfrutan de cultura, estabilidad y riqueza.
Algo evidente por obvio, lo que digo, pero que no parece haber calado en la sociedad española.
Es como si para la inmensa mayoría de los españoles, ciencia y tecnología, nunca nos hubieran sido de especial utilidad ni, por supuesto, nos hubieran sacado jamás de ningún atolladero.
Spain is different, rezaba la campaña turística de los años sesenta. Y puede que sea verdad.
Que aunque le cueste trabajo creerlo, no procede del campo de las ciencias del espacio sino del de la ciencia-ficción cinematográfica. Pero esa es otra historia que merece otra consideración y, en parte, ya ha sido enrocada.
Pero no acaba aquí el listado de referencias a la churchilliana frase. Tengo una más, si bien resulta que es posterior a la del estadista británico y, además, de naturaleza musical: Blood, Sweat & Tears o BS & T.
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