Pues como ocurre por ejemplo con el agua -algo tendrá cuando la bendicen- razones no faltan. Les doy una terna de pistas de diferentes naturalezas, justificadoras del éxito mercatoriense sobre sus numerosos rivales.
Una razón de oportunidad
A pesar de que esta visión del mundo pueda inducir a considerar que Europa fuera el ombligo del mundo, en realidad, pocos pueden creer que lo sea. No importa que el viejo continente esté en el centro de la diana mapera, aparentemente grande y dominante, limitando al este con Asia, al sur con África y al oeste con América. No.
No importa por la sencilla razón de que cada parte del mundo, cada zona geográfica, acostumbra a girar el globo terráqueo a su antojo, para ubicarse ella en primer plano. Así somos los humanos.
La razón, una de las razones, de la preponderancia de Mercator es que su proyección fue la primera en salir. Y ya se sabe que el que da primero, da dos veces. Lo dicho una razón de oportunidad.
Una razón de exactitud
Ninguna de los centenares de alternativas a las que me refería en la entrada anterior, es exacta al cien por cien (100 %). Todas y cada una de ellas tienen sus ventajas e inconvenientes, exactamente como la de Mercator. Sus dibujos no coinciden con la realidad del terreno al que representan. Lo que no significa que sean un engaño realizado a propósito, una mentira hecha a posta. El flamenco, como otros cartógrafos a lo largo de la historia, no pretendía engañar de forma deliberada.
El error, a la hora de plasmar dimensiones y localizaciones terráqueas, era inherente e inevitable al propio método proyectivo usado: representar un planeta esférico en la superficie plana de un cilindro que la envuelve.
De una forma muy simplista, lo que hace la proyección de Mercator es suponer que la Tierra es un globo que introducimos dentro de un cilindro e hinchamos a continuación en su interior, y que al ocupar todo el espacio, su superficie queda impresa, a modo de calco, en la parte interior del cilindro.
Un cilindro que cortamos a lo largo y desplegamos, ofreciendo el resultado que se imagina. Un mapamundi que, en realidad, es un dibujo en el que están aumentadas de tamaño las zonas más alejadas del ecuador.
Un error del siglo XVI que, hasta donde conozco, sigue siendo un reto para los cartógrafos actuales. Y si es así, sabido es que más vale malo conocido que bueno por conocer.
Una razón de practicidad
Resulta que, a pesar de sus limitaciones, este sistema gráfico es perfecto para determinar las distancias en las singladuras entre Europa y América. Estando como estaba, orientado a la navegación marítima, Mercator fue el primero que trazó las líneas de longitud paralelas entre sí; una idea que facilita la navegación por mar al, poderse marcar las direcciones de las brújulas con líneas rectas.
Toda una ventaja sin duda. Y como se suele decir, que más da que el gato sea blanco o negro, lo que importa es que cace ratones.
Y hasta aquí.
A pesar de los pesares, y por lo ya dicho, la particular y distorsionada visión del mundo de nuestro enrocado se ha instalado poco a poco en el subconsciente colectivo. Tanto que casi se ha convertido en un inamovible dogma geográfico.
En su momento el mundo le creyó y, desde entonces, persiste en la creencia. Somos animales de costumbres.
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