(Continuación) Y ¿cómo qué, "tercer y cuarto milenio"? ¿Pero cómo cuenta esta gente? ¿En qué siglo creen que estamos? Seguro que piensan que el siglo pasado acabó el 31 de diciembre de 1999 y no el 31 de diciembre del 2000?
En fin, mucho me temo que estamos en presencia de auténticos incultos. Incultos, además, por partida doble. Unos pocos son analfabetos, otros tantos anuméricos y el resto analfanuméricos.
Y en cualquiera de los casos, toda una desgracia y por separado.
Pues no es más inculto el que desconoce quién escribió El cantar del Mío Cid o El Lazarillo de Tormes, por decir algo, que el que no sabe calcular en cuánto se queda una compra, si le hacen un descuento del treinta por ciento (30 %) por decir otro algo.
No. Sin lugar a dudas, ambos lo son por igual.
Por cierto, ambos títulos fueron escritos por un autor muy prolífico, un tal Anónimo, del que lamento no poder decirles nada más. Una limitación por mi parte que, mire por donde, me viene bien. Así les puedo hablar de los “coroneles tapiocas”.
De “Coronel Tapioca”
Y volviendo a la desgracia de las inculturas, reseñar que se trata de un infortunio que se duplica si además ambas, la alfabética y la numérica, se juntan en la misma persona.Y no les digo si, para más inri esta persona, por el motivo que sea, resulta que es popular y tiene cierta trascendencia pública.
Ahora que les estoy contando esto, me viene a la cabeza -uso para ello el once por ciento (11 %) de mi capacidad mental-, el título de un libro escrito por un “prenda” de esos que se autotitulan "investigador paracientífico".
Seguro que saben a los que me refiero. Esos que suelen ir vestidos con un chaleco de Coronel Tapioca. Sí, de esos sin mangas con muchos bolsillos y cremalleras. Bueno pues, mismamente, son los que suelen llevar los buscadores de lo paranormal.
Hasta donde he aprendido se trata de una prenda, me refiero ahora al chaleco, del todo imprescindible en un iniciático buceador de lo esotérico, que se precie y/o pretenda pasar por ello.
De hecho yo los reconozco precisamente por el chaleco. No les digo más. Si uno no lo lleva, ¡tate! Es señal de que no estamos ante un auténtico paracientífico.
Bueno, no les quiero engañar, también los reconozco porque no conozco casi ninguna de las supuestas facultades, donde dicen haber sacado sus suspectos títulos universitarios. Unos “prendas” ya les digo.
¿No les choca algo en esta frase? Digo yo que serán enigmas, precisamente, porque están sin resolver. Si estuvieran resueltos ya no serían enigmas. Entonces, ¿por qué lo escribe así?
Creo que es de una claridad meridiana la redundancia y, más que evidente, la repetición de elementos léxicos innecesarios en la oración.
Para mí que el autor de este “ikerizado” título es de los que emplean pleonasmos del tipo “Te vuelvo a repetir” o “Totalmente gratis”. Por no recurrir a los clásicos: “Sube arriba”, “Baja abajo”, “Salir afuera”, “Entrar adentro”. En fin, impresionante enigma.
2. Razones de una sinrazón: pseudociencias
Y de las pseudociencias, falsas ciencias o aciencias, qué decirles de este mundo de engaños, que ustedes no intuyan o, por desgracia, hayan tenido que vivir de primera línea. A pocos escapa que la gran mayoría de los parapsicólogos, videntes y otros amantes de lo paranormal en general, y del bolsillo de ustedes en particular, tienen en la pervivencia de mitos como el del diez por ciento (10 %), una justificación excelente para sus patrañas.
De esta manera pueden decir, a modo de supuesto argumento, que sus poderes “extras” los obtienen, precisamente, de ese noventa por ciento (90 %) de cerebro que el resto no usamos pero que ellos, ellos, gracias a unas enseñanzas recibidas, han aprendido a dominar. (Continuará)
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