domingo, 8 de febrero de 2015

A propósito de Winston Churchill (1)


Nuestro personaje de hoy, Sir Winston Leonard Spencer Churchill (1874-1965), fue un político y estadista británico, conocido por su liderazgo del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial (SGM), y que apareció no hace mucho en esta tribuna, si bien de refilón.

Lo hizo como el personaje secundario de una historia apócrifa que le relacionaba, supuestamente y por partida doble, con otro grande, éste escoces, el científico Alexander Fleming (1881-1955).

Famoso como es sabido por haber descubierto la enzima antimicrobiana lisozima y ser el primero en observar (que no ver) los efectos antibióticos de la penicilina, obtenida a partir del hongo Penicillium chrysogenum.

Una historia de historias entremezcladas y supuestas entre la vida y la muerte.

Un Fleming a quien enrocamos con cierta profusión hace ya un año. Y fue citado también no hace ni un mes, a propósito de una conferencia que impartí sobre él y Sevilla, en el Real e Ilustre Colegio Médico de Sevilla.

Y ya de la que va que fue, asimismo, objeto de estudio en unas entradas a propósito de una frase de su discurso, en la recepción del Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1945 y del que este año celebramos el setenta (70) aniversario.

Pero en esta ocasión el personaje central es Winston Churchill y ocupa este espacio por méritos propios y, por qué no decirlo, por cierto oportunismo conmemorativo. Resulta que este año se cumple el cincuenta (50) aniversario de su muerte. Así que viene que ni pintado.

Digo por méritos propios pero, ya se lo habrá imaginado, porque su biografía, o una parte de ella, igualmente guarda relación con las ciencias. Si no, de qué iba a ser enrocado.

Pues bien, una vez dicho lo dicho y asentadas las bases, establezcamos las diferencias. Y como principio quieren las cosas, empecemos por donde debe. O como nos dice el cantautor: entre la escuela y mi casa.

Entre la casa y la escuela
Por su carisma personal, por su relevancia social y por la trascendencia política de su obra, sobre Winston Churchill es abundante y bueno lo escrito y no son pocas las curiosidades, los datos y los sucedidos (reales o supuestos) que se han publicado.

Se cuenta que de niño ya tenía un carácter, digamos peculiar, y que en el enorme palacio de Blenheim donde nació, llegó a diseñar una catapulta con la que lanzaba lo que tenía más manos, probablemente manzanas, y a los “enemigos” más próximos, es posible que fueran las vacas que pastaban no lejos.

Una incipiente predisposición hacia la ciencia y la tecnología que debía llevar en la sangre pues su abuelo, el octavo Duque de Malborough, al parecer fue un científico aficionado que se había montado un laboratorio en el propio palacio.

Así que de casta le viene al galgo. Y no parece que al nieto se le dieran mal las aplicaciones ofensivas, digamos.

Algo que no se puede decir de su paso por las diferentes escuelas en las que estuvo, donde el pequeño Winston obtuvo el fracaso más absoluto y crudo. Sirva de ejemplo su estancia en el exclusivo colegio de Harrow, donde logró entrar sólo gracias a las influencias de su familia.

Pero donde no le fue nada bien en lo personal, a pesar de la recomendación familiar.

Al parecer, desde que llegó, se convirtió en el centro de burlas y ataques de los otros niños. Era bajo de estatura para su edad, pelirrojo y, además, de carácter raro. (Continuará)



1 comentario:

  1. Un personaje muy interesante y no solo por su vida pública. Es curioso.Muy buenos contenidos, me encanta vuestro blog.

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