Un sabor y olor a mar motivados por diferentes causas bioquímicas y por la participación de diversos factores, entre los que destaca la presencia de un compuesto químico orgánico de nombre sulfuro de dimetilo.
Él es el causante principal de lo que llamamos olor a mar.
Conocido también como DMS y de fórmula química C2H6S, se trata en realidad de un líquido pero con un bajo punto de ebullición (37 ºC), es decir que se vaporiza casi a temperatura ambiente, de ahí que lo olamos, aunque sea un líquido.
Se produce en el metabolismo del fitoplancton, y su olor es tan intenso que las aves del mar suelen acudir allí donde detectan emanaciones de este gas. Ellas saben lo que implica. Les está indicando la existencia de plancton y, por tanto, de peces y plantas marinas.
Su alimentación y modo de supervivencia. Algo que su instinto no puede dejar pasar.
Detectando el DMS y otros odorizantes
Los seres humanos tenemos gran sensibilidad para detectar este gas. Se estima que somos capaces de olerlo en concentraciones tan baja como cero coma cero dos partes por millón 0,02 ppm.
1 ppm = 0,000 1 %
Por eso se suele añadir a otros gases inodoros, como el metano, CH4, el hidrocarburo alcano más sencillo, que llega a constituir hasta el noventa y siete por ciento (97 %) del gas natural.
Al metano, en las minas de carbón, se le llama grisú y resulta muy peligroso ya que es altamente inflamable y explosivo. Un riesgo que se multiplica al ser incoloro e inodoro.
Y aquí es donde interviene el DMS y nuestra facilidad para detectarlo, incluso a muy bajas concentraciones.
Nos permite detectar fugas de metano.
Algo parecido ocurre también en nuestros domicilios. Por ejemplo en aquellos en los que se utilice butano comercial, una mezcla de gases licuados compuesta, principalmente, por butano (60%), propano (9%), isobutano (30%) y etano (1%), y que tampoco huele a nada.
Una propiedad que unida a su alta volatilidad, toxicidad al ser inhalado y, sobre todo, al peligro de una explosión tras un escape, se le incorpora un mercaptano o tiol, en concreto el metanotiol, CH4S.
Es otro compuesto orgánico, con un grupo sulfhidrilo -SH y muy molesto al respirarlo ya que dicho grupo le confiere un olor desagradable.
De esta forma podemos darnos cuenta rápidamente cuando hay una fuga o nos hemos dejado una de las llaves abiertas.
Pero volviendo a nuestro sulfuro de dimetilo, su aroma es tan intenso que basta una concentración de unas cien partes por trillón en el aire para que nuestro olfato nos avise de que estamos cerca del océano.
100 ppt = 0,000 000 000 000 01 %
Por cierto y perdonen, la referencia. El título de la entrada era la frase que mi padre empleaba cuando, de pequeños, íbamos toda la familia a la playa a pasar la temporada de verano, allá por mediados de los años sesenta del siglo.
Toda una aventura, dadas las horas de conducción y los muchos niños que nos agolpábamos en el interior del coche.
Niños que sabían, que sabíamos, que el viaje empezaba a tener su fin cuando, antes de que viéramos la costa y faltando sólo subir una pequeña elevación, él nos avisaba diciendo eso: “Ya huelo a mar”.
Con el tiempo he aprendido que desde esa distancia aún no se podía oler. No era posible. Lo que sí es cierto que, una vez subida la cuesta, y sobre las copas de los pinos, ya se atisbaba el faro y la línea del horizonte donde confluían cielo y océano.
Supongo que nuestra imaginación hacía el resto, no en vano era el principio del veraneo.
Un periodo que en aquellos tiempos, a veces duraba más allá del propio verano. Creo que entonces era feliz. (Continuará)
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