martes, 9 de diciembre de 2014

¡Rosetta vale lo que cuesta!


(Continuación) Y no es ésta opinión en contra, por desgracia, la primera y única opinión vertida en este sentido. No es el primer ataque frontal contra la inversión en ciencia o contra el gasto en la exploración espacial. Qué diferentes somos los humanos. Precaución.

Una opinión, la de Pedro Simón que, en honor a la verdad y la profesionalidad periodística, no viene sola en el diario. En la misma página y en paralelo, aparece otra columna de título 'Polvo de cometa para conocernos' del periodista Pablo Jáuregui, ésta a favor.

Un impecable equilibrio de equidistancia periodística, lo que es de alabar, pero que lleva implícita su propia falacia ¿Tiene un lector profano en estos temas, capacidad para discernir si ambas opiniones son del mismo valor, si tienen la misma validez científica?

Es un hilo del que tirar. Caución.

No obstante, no es la opinión a favor de corriente espacial de Jáuregui, la que les quería traer en oposición a la de Simón. Creo que está más en concordancia la de Daniel Marín.

Daniel Marín es astrofísico y divulgador científico, autor del blog Eureka, su personal proyecto dedicado básicamente a la astronomía y la astronáutica y donde publica una entrada a favor de la Misión Rosetta. La réplica que les quería traer.

A favor
Lleva por título 'El impacto de Philae en los medios o el periodismo acientífico', y aunque ya de por sí da pistas de por dónde van sus tiros, les aconsejo que lo lean. Es un punto de vista a favor de las mismas, misión espacial e inversión económica.

Pero como hice con el de Simón, por si no pueden ahora o no les apetece, les muestro buena parte del mismo, para que se hagan una idea de hacia dónde apunta.

(…)O sea, es prácticamente imposible hacer una sonda más barata que Philae con su nivel de instrumentación científica. Y es que Philae no es una ‘simple lavadora’ cuyo objetivo es posarse en el cometa para plantar una bandera, no señor. Philae es un auténtico laboratorio en miniatura (98 kg) con diez instrumentos altamente sofisticados que van desde cámaras hasta espectrómetros de masas, pasando por sensores de temperatura para el subsuelo o cromatógrafos.

Philae era la guinda del pastel de la misión Rosetta, una misión que incluso sin la participación de Philae ya se puede considerar un gran éxito (todavía no un éxito total, pero sí un éxito rotundo). La inversión en la exploración del espacio no solamente es útil, es necesaria.

Desde un punto de vista material, el dinero destinado al espacio a través de la ESA se invierte en empresas y organizaciones europeas que crean trabajo y nuevas tecnologías, tecnologías que aumentan la competitividad de la iniciativa privada y que pueden ser aplicadas en múltiples ámbitos de la «vida diaria».

Pero más allá del vil metal, tenemos que tener en cuenta que no vivimos en una burbuja aislada de la realidad, sino en un planeta frágil que forma parte del sistema solar. Explorar nuevos mundos demuestra lo mejor de lo que somos capaces como especie, pero también nos ayuda a entender un universo que a veces es hostil y que en cualquier momento puede volverse en contra nuestra.

Philae y Rosetta son los emisarios de la humanidad ahí fuera, auténticos pioneros que se adentran en lo desconocido. Y los hemos construido en Europa. Es algo de lo que deberíamos estar orgullosos(...)


Si leen completo el artículo las diferencias entre ambos se hacen más explícitas.

Empezando por los autores. Uno sin formación científica alguna, ni genérica y específica. Otro, especializado académica y profesionalmente en este campo de conocimientos específicos. Un matiz que, quizás, tenga su importancia.

Y continuando por los propios contenidos. Uno, el propio de un artículo de opinión; otro el de un informe científico.

¿Tienen el mismo valor una opinión privada que un informe técnico? ¿Están en el mismo plano de consideración intelectual, sobre un tema concreto, un particular que un experto? ¿Es consciente de estas diferencias un lector interesado en estos temas, pero lego sobre el significado real de los mismos?

¿Qué, cómo lo ve? ¿De qué lado se pone? ¿Debemos invertir en ciencia o no? Esa es la pregunta a una cuestión delicada. Una nueva pregunta en busca de respuesta, que añadir a la canasta de la curiosidad humana. Nada nuevo por cierto.

Lo sabemos desde la tragedia Hamlet de William Shakespeare, en la que el protagonista emite el conocido soliloquio: To be or no to be, that is the question. Pérfida Albion.(Continuará)


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