sábado, 13 de diciembre de 2014

¿Entonces, lo vale o no vale [la Misión Rosetta]? (2)


(Continuación) Por no hablar de lo que la observación y experimentación supuso en los cultivos y la agricultura en general, con los consabidos efectos sobre la capacidad para producir distintos alimentos en calidad y cantidad.

Una capacidad que a lo largo del tiempo, se ha visto multiplicada en algunos órdenes de magnitud.

Y qué decir de lo que el descubrimiento de la penicilina ha supuesto en la supervivencia humana como especie. No hace falta recordar que antes de que aquella fuera sintetizada, la gente se podía morir, y fácilmente, de una simple diarrea o de una infección bacteriana.

Que se dice pronto.

Se estima que, hasta entonces, la longevidad media en Europa era inferior a los cincuenta (50) años y hoy ya sabe, que estamos en los ochenta (80) en algunos países. Lo que no está mal. Nada mal.

Un descubrimiento, el del antibiótico, realizado por Alexander Fleming (1881-1955) quien, de manera serendípica, fue el primero en observar los efectos antibióticos de la penicilina.

Es uno de esos hallazgos que se producen sin buscarlos, por casualidad, de chamba, chiripa o serendipia, término que ya está incluido en el DLE, 2104. Fleming, aludiendo a esta circunstancia solía decir que: “A veces uno realiza un hallazgo cuando no lo está buscando”.

No es que no sea cierto, pero es que él era hombre poco vanidoso y muy humilde. Y por otro lado también sabemos que, en los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada (Pasteur).

Nada mal les decía y, por si fuera poco, también están las exploraciones.

...y exploraciones.
Porque también las exploraciones, con lo que de satisfacción de deseos y anhelos humanos por conocer tiene, han contribuido a mejorar nuestra condición.

Desde lo que supuso, desde el punto de vista científico, el viaje de Cristóbal Colón (1436/56-1506) y su relación con el número de continentes existentes y sus tamaños, así como con el tamaño y forma de propio planeta.

Toda una historia colombina que envuelve a una intrahistoria cargada de confusiones y errores por parte del almirante. Un hombre peculiar sin duda.

Desde el descubrimiento colombino les decía, hasta la constatación empírica de estas propiedades terráqueas por parte del navegante Juan Sebastián Elcano (1476-1526) y su primera circunnavegación (1519-1522) al planeta.

Gracias a ella, no sólo se supo de su forma esférica v su tamaño, muy parecido al que ya diera muchos siglos antes el griego Eratóstenes (276-194 aC).

Sino que se supo algo que se desconocía: la Tierra gira sobre su propio eje (movimiento de rotación), a la vez que lo hace alrededor del Sol (movimiento de traslación).

Un descubrimiento que tuvo que ver con un día que a Antonio Pigafetta (1480-1543) le faltaba en su diario de a bordo, cuando la nave Santa María Victoria atracó el ocho de septiembre de 1922, en el Puerto de Mulas de Sevilla.

Lo hizo tres (3) años y veintisiete (27) días después de haber partido de allí mismo, el 10 de agosto de 1519. Y Pigafetta no se había equivocado. Vaya si lo comprobó.

Pero es que viajaron hacia el oeste y dieron una vuelta completa al planeta, que gira sobre su propio eje y lo hace en el sentido que lo hace. Algo desconocido por entonces.

Unas circunstancias con unas consecuencias que, incluso, han dado lugar a un síndrome conocido como 'jet lag'. Seguro que ha oído hablar de él, o lo ha padecido en algún momento (una hora menos en Canarias).

Y más exploraciones
No les quiero cansar pero, por lo que me toca, también les podría traer a este apartado la aportación del sevillano Antonio de Ulloa (1716-1795) y su medición del meridiano terrestre, en la famosa expedición francesa.

La misma en la que se confirmaba, con el valor de las pruebas, que la Tierra no tiene forma esférica sino ovoide o achatada por los polos, tal como I. Newton (1643-1727) había teorizado, sin tener que hacer tal viaje o ni siquiera salir de su casa.

Es lo que tiene ser un genio. (Continuará)

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