Los que se mueven por las sendas cibernéticas lo pudieron ver ayer, 3 de diciembre del Año del Señor de 2014. El famoso buscador Google le dedicó su doodle a la psicóloga infantil austriaca Anna Freud (1895-1982), hija del padre del psicoanálisis, el ínclito doctor Sigmund Freud.
La razón de la dedicatoria no es otra que la de haber nacido ese mismo día, hace ahora ciento diecinueve (119) años. Así que ese número de aniversario celebramos, quizás una cifra poco “redonda” para utilizarla. Ya me entienden.
Acerca del logo
Del logotipo poco que decir que no esté a la vista. A su derecha aparece la palabra Google, con las letras formadas a partir de la unión de unos bloques geométricos de colores que, supuestamente, han salido del cerebro de un niño que está a la izquierda. Está bien la imagen, o al menos me lo parece. Tan sólo es eso y ya saben lo que se dice de ellas, que una sola vale más que mil palabras. Es el poder de la imagen, pero claro, vaya usted a saber si es cierto que lo valga.
Recelo de su valor porque tampoco está claro quién la dijo.
Parecen descartables tanto la hipótesis de un origen basado en un antiguo proverbio chino, como que la pergeñara el periodista y escritor alemán Kurt Tucholsky (1890-1935), a comienzos del siglo XX.
Más bien se trata de algo más prosáico, ya que apunta a que sea un invento, un logo publicitario de la década de los años veinte del pasado siglo. Publicidad entendida como forma de comunicación comercial tan antigua (o casi) como el mismo hombre.
Y dejo aquí la cuestión por si alguien le quiere sacar punta: “Una imagen vale más que mil palabras” ¿Está de acuerdo con ella?
De la homenajeada
Temo no poder decir tampoco mucho de ella. Si es un lector atento y avisado ya es conocedor de que la psicología, no es precisamente una de mis ciencias favoritas, por decirlo de cierta forma.Pero por lo leído, Anna Freud (1895-1982) fue una destacada psicoanalista austríaca que centró su carrera investigadora y profesional en la psicología infantil, llegando a convertirse en la figura más destacada y principal representante de la escuela de Viena.
Psicología infantil o pediatría, una especialidad médica que estudia al niño y sus enfermedades, si bien este campo de conocimientos abarca tanto al niño sano como al enfermo y durante un periodo de tiempo relativamente largo.
No en vano lo hace desde el nacimiento hasta la adolescencia. Es decir: recién nacido (0-6 días), neonato (7-29 días), lactante menor (1-12 meses), lactante mayor (1-2 años), preescolar (2-5 años), escolar (5-10 años), pre-adolescente (10-12 años) y adolescente (12-18 años).
Un desarrollo el de Anna, algo distante y distinto del que tuvo Sigmund Freud, su conocido padre biológico y reconocido padre del psicoanálisis, quien la marcó de por vida y con quien siempre mantuvo un vínculo muy, muy, especial y desde los primeros instantes de su vida.
Padre e hija
Toda una metáfora, quizás.
Pero no quedó ahí el asunto. Pasado cierto tiempo le puso el apodo de 'Demonio negro', ya que parece ser que, de pequeña, Anna mostraba una doble cara.
Un carácter aventurero y díscolo en el entorno familiar y de amistades, y otro diametralmente opuesto en público donde se comportaba, y así era reconocida, reservado y tímido.
Y continuando con la relación médico-paciente que mantuvieron durante años.
Médico y paciente
Por unas cartas intercambiadas entre ambos y que se publicaron en 2012, sabemos que padre e hija fueron también terapeuta y paciente. Un tratamiento que duró casi cinco (5) años, de 1918 a 1922, y durante los que llegaron a tener hasta seis (6) sesiones semanales. Mucho tormento para una joven.Por lo que sabemos, Anna fue la única de los seis hermanos que se tumbó en el diván de su padre, tras lo cual pasó a ser, de alguna forma, en sucesora y preservadora, en cuerpo y espíritu, de la teoría psicoanalítica.
Algo que consiguió, todo hay que decirlo, por méritos propios con sus contribuciones teóricas y clínicas y su dedicación plena.
No me resisto a finalizar esta reseña psicoanalítica y doodliana sin dejarle negro sobre blanco una afirmación que Sigmund Freud le hizo a su hija Anna en 1920:
Pero bueno. Qué padre le confiesa eso a una hija. Qué médico le hace una afirmación así a un paciente.
¡Ven por qué no me gustan ni el psicoanálisis ni su padre!
Desconocía su existencia y no me había fijado en el doodle, así que me parece muy oportuna su edición.
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