Un buen nexo arqueológico el anterior, y también bueno y científico ahora, entre las dos Philae. Sonda e isla.
Ya les he expresado el deseo compartido que existe en el mundo científico, de que la sonda nos aporte la información necesaria sobre los “ladrillos cósmicos”. La necesaria y suficiente como para que podamos resolver algunas incógnitas relacionadas, tanto con la composición del primitivo Sistema Solar como con el origen de la vida en la Tierra.
Esperemos que así sea. De Philae a Philae.
Agilkia
Y de la zona inicialmente elegida para acometizar, Agilkia, decirles que también es el nombre de una isla que, al igual que Philae, está sita en el cauce del río Nilo, al sur de Egipto. Pero no es una isla cualquiera.La isla Agilkia o Agilika es el actual emplazamiento de un conjunto de templos del Antiguo Egipto, que anteriormente estaban en la cercana isla de Philae ¿No les parece que está muy bien traída la conexión?
El motivo del traslado fue la construcción de la presa de Asuán y sus inevitables consecuencias.
Como el previsto aumento del nivel de las aguas amenazaba con inundar por completo el lugar, se decidió con buen criterio, que el complejo arquitectónico fuese desmantelado y reconstruido, pieza a pieza, en esta isla.
Tan buen criterio que no fue éste el único traslado que se produjo. Por ejemplo en Madrid, desde 1968, está el Templo de Debod.
Un edificio del antiguo Egipto, que fue regalado a España como muestra de agradecimiento y compensación, por la ayuda prestada para salvar los templos de Nubia, en peligro de desaparición, debido a la construcción de la mencionada presa.
A título de curiosidad comentarles que, una vez aquí, se montó de forma que conservara, lo más aproximadamente posible, la misma orientación que tenía en su lugar de origen, de este a oeste.
Así que Philae, como Agilkia, tienen nombre de isla.
Y Chury de...
... ya lo adelantamos, de 67P/Churyumov-Gerasimenko, que es el nombre del cometa sobre el que la ESA ha hecho cabalgar a Philae, y que lo ha puesto de moda.Un cuerpo del espacio más, como otros tantos miles y que, al igual que muchos de ellos, tiene una historia curiosa tras su descubrimiento.
En primer lugar, dejando a un lado los números y letra del comienzo del nombre -una designación permanente que proviene de un convenio de nomenclatura para los objetos astronómicos-, las dos palabras siguiente son los apellidos de las dos científicas que lo descubrieron.
Las astrónomas ucranianas Klim Ivánovich Churyúmov (1939) y Svetlana Ivánovna Gerasimenko, quienes el 11 de septiembre de 1969 y de forma serendípica, se encontraron con el nuevo cometa.
Un nuevo cuerpo cuya trayectoria alrededor del Sol resultaba ser muy elíptica, tardando en describirla casi unos siete (7) años terrestres. Su “año” (movimiento de traslación) dura del orden de unos dos mil cuatrocientos (2 400) días terrestres, aunque su “día” (movimiento de rotación) es de doce horas (12 h).
Con respecto a la Tierra, Chury para los amigos, se desplaza a unos cuarenta mil kilómetros a la hora (40 000 km/h).
Una extraordinaria gesta espacial la de la Misión Rosetta, que si me lo permiten decir, empezó con una serendipia. Se trata de una historia curiosa.
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