Ya les he contado, y en más de una ocasión, la paradoja etimológica ordinal que rodea a este mes, similar a las de septiembre, octubre y diciembre. En el que nos trae, noviembre, por etimología debería ser el noveno, pero eso era en el calendario romano antiguo.
En el actual, calendario gregoriano, y por aquello de añadir un par de meses a comienzo de año ha pasado a ser el undécimo. Un tema ya tratado por lo que lo dejo aquí.
Si bien en la entrada que dedicamos a los cambios de estación, un clásico enrocado ya, les hablaba de los fenómenos celestes que podríamos observar en el cielo otoñal, con esta otra entrada vamos a singularizarlos a este mes.
Y empezamos con dos lluvias de meteoros o de estrellas: las Táuridas y las Leónidas.
Las Táuridas
Empezaron el 19 de octubre y durarán hasta el 10 de diciembre, algo menos de dos (2) meses, y al decir de los que saben, esta lluvia de meteoros no tendrá un día en especial en el que se puedan ver mucho más o mejor, ya que están siendo poco intensas y bastante dispersas.No obstante, al solaparse con otras lluvias de estrellas como las Oriónidas o las Leónidas, no es de extrañar que cualquier noche sea posible ver una estrella fugaz durante las próximas semanas. Claro que hay que considerar la proximidad de la luna llena y su natural contaminación lumínica.
Los meteoros de las Táuridas, tanto las del sur como las del norte, proceden del cometa Encke, cuyos radiantes se encuentran enfrente de la constelación de Tauro.
Este cometa brillante -cuya denominación oficial es 2P/Encke y lleva ese nombre en honor al astrónomo alemán Johann F. Encke (1791-1865)-, fue visto por primera vez en 1786 y es el de menor periodo de todos los conocidos hasta el momento.
Resulta que tarda tan solo mil veinticuatro (1024) días, unos tres coma veintinueve (3,29) años en completar su órbita alrededor del Sol.
Pero lo dicho, poco espectáculo nos proporcionarán las Táuridas este otoño de 2014. Mucho más interesantes se presentan las Leónidas.
Las Leónidas
Poco que añadir de ellas que ya no le haya dicho antes. De todos modos ahí tiene un prontuario.Su radiante, claro, está en la constelación de Leo y las origina el cometa conocido de forma oficial como 55P/Tempel-Tuttle y, más comúnmente, como cometa Tempel-Tuttle.
Fue descubierto, primero, en 1865 por el astrónomo alemán Wilhelm Tempel (1821-1889) y meses después, en 1866, por el astrónomo estadounidense Horace Parnell Tuttle (1837-1923), estando comprobado que lo hicieron de forma independiente. Así que doble autoría.
Con un núcleo de unos dos kilómetros (2 km) de tamaño, su periodo es diez (10) veces mayor que el del Encke, ya que tarda treinta y tres (33) años en describir una órbita completa alrededor del Sol.
En la actualidad a este cometa no se le conoce como 55P/Tempel-Tuttle o Tempel-Tuttle, sino como "el cometa que da lugar a las Leónidas". Es el destino de algunos.
De ellas decirles que son meteoros muy brillantes, extremadamente rápidos -pueden alcanzar celeridades del orden de los doscientos cincuenta mil kilómetros a la hora (250 000 km/h)-, y que su intensidad varía mucho de un año a otro.
Naturalmente ésta es máxima durante los años en los que el cometa pasa cerca del Sol (perihelio), lo que hace que actividad meteórica y periodo comético compartan la misma periodicidad de treinta y tres (33) años.
En su momento álgido, un par de años antes y después del paso por el perihelio de este cometa, las Leónidas presentan un gran número de meteoros y puede llegar a ser la lluvia de estrellas, más espectacular de todas las que suceden en el año.
De hecho fueron las observaciones realizadas a lo largo del siglo XIX, y más en concreto las del año 1833, las que motivaron un estudio más profundo de esta lluvias de meteoros que, hasta entonces, se consideraban fenómenos atmosféricos.
Si echa las cuentas, verá que hay que esperar hasta el 2031 para volver a ver un espectáculo de esa magnitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario