(Continuación) Porque en el fondo, y sin duda, estamos ante un problema de ignorancia científica, gravitatoria en este caso, y de un mal uso de la lógica, el desconocimiento de la relación causa-efecto.
De modo que visto así, y si le damos una vuelta a la frase, casi tenemos tema de debate para una tertulia: ¿Por qué caían las cosas antes de que se inventase o descubriese la fuerza de la gravedad?
No. Puede que no esté claro del todo, si es un invento o un descubrimiento, pero lo que es palmario es el hecho de que nuestro sargento, a quien no entendía era a Newton, al primer ser humano que definió y formuló la Ley de la Gravitación Universal (LGU). Uno de los pilares de la Física Clásica.
No obstante pueden tener relación y uno llevar al otro
La pueden tener porque en el fondo, lo que estamos planteando es si un modelo científico es una herramienta de trabajo o una descripción de la realidad. Si estamos ante un contenido procedimental o por el contrario ante uno conceptual. Ocurre como con la operación de multiplicar, por ponerle un ejemplo entre otros muchos, ¿se trata de un concepto aritmético o es un procedimiento de cálculo? Esa es la cuestión, nada baladí por otro lado.
Por si están interesados, les dejo con otros ejemplos nada claros: ¿son descubrimientos o invenciones el campo magnético terrestre, las mutaciones genéticas o el hecho de que haya sólo dos clases de electricidad?
Porque pueden ser incluso ambos a la vez. Lo que me retrotrae a la rueda, ¿fue un descubrimiento, un invento o uno detrás del otro?
Uno detrás del otro como ocurrió con las vacunas que terminaron siendo un invento, aunque empezaron siendo un descubrimiento, incluso alguno de chamba, ya sabe, por chiripa o serendipia.
Un palabro, serendipia, cuyo uso ya nos lo autoriza el DLE, en su reciente edición de 2014. Y como descubrimiento que terminó siendo invento, el paradigmático de la penicilina y Alexander Fleming, ya enrocado en estos predios.
Una conjunción de descubrimiento, invento y serendipia, que nos lleva a una interesante cuestión. La de plantearnos si es menos meritorio un descubrimiento científico, por el mero hecho de haberse producido por serendipia ¿Es así?
No me negarán que la respuesta tiene su enjundia.
Pero en mi opinión esta circunstancia, en absoluto, constituye un demérito. Y no lo es porque, como decía L. Pasteur, la suerte favorece sólo a la mente preparada. Una frase que tiene mucho trasfondo.
Tras sus palabras no sólo está el hecho de que, lo que algunos llaman fortuna, venga precisamente, oh casualidad, cuando se está trabajando. Como decía mi madre, “a Dios rezando pero con el mazo dando”.
Sino también que, un hecho fortuito, sólo se convierte en un descubrimiento si la persona se da cuenta de lo que ha descubierto. Es decir si aparte de mirar, logra ver lo que tiene ante sus ojos, al afrontar la azarosa sorpresa inicial con curiosidad, sentido crítico y creatividad.
Son estas imprescindibles características, unidas al azar, las que hicieron únicos el episodio del baño de Arquímedes y el problema de la corona de su familiar.
O el encuentro de C. Colón con el continente americano y la pretendida ruta alternativa a las Indias. Y claro está, el “descuido laboral” de A. Fleming y la penicilina, entre otros muchos.
Seguro que algunos de estos les suenan: el microondas, los rayos X, la molécula de benceno, los post-it, la dinamita, el celuloide, la configuración del átomo, el velcro, el teflón o el/la viagra (no tengo claro si, desde la gramática, el término es de género femenino o masculino).
En cualquier caso, este fármaco es un buen ejemplo de medicamento que se termina utilizando para una finalidad que no era la original.
Y todo fruto de un error farmacéutico y, claro, de la serendipia. (Continuará)
¿Es menos meritorio un descubrimiento serendípico?
Lo comentamos en el mencionado programa radiofónico. En la historia de la ciencia existieron y existirán muchos descubrimientos a los que se llegó de chiripa, por chamba. Pero en mi opinión esta circunstancia, en absoluto, constituye un demérito. Y no lo es porque, como decía L. Pasteur, la suerte favorece sólo a la mente preparada. Una frase que tiene mucho trasfondo.
Tras sus palabras no sólo está el hecho de que, lo que algunos llaman fortuna, venga precisamente, oh casualidad, cuando se está trabajando. Como decía mi madre, “a Dios rezando pero con el mazo dando”.
Sino también que, un hecho fortuito, sólo se convierte en un descubrimiento si la persona se da cuenta de lo que ha descubierto. Es decir si aparte de mirar, logra ver lo que tiene ante sus ojos, al afrontar la azarosa sorpresa inicial con curiosidad, sentido crítico y creatividad.
Son estas imprescindibles características, unidas al azar, las que hicieron únicos el episodio del baño de Arquímedes y el problema de la corona de su familiar.
O el encuentro de C. Colón con el continente americano y la pretendida ruta alternativa a las Indias. Y claro está, el “descuido laboral” de A. Fleming y la penicilina, entre otros muchos.
Seguro que algunos de estos les suenan: el microondas, los rayos X, la molécula de benceno, los post-it, la dinamita, el celuloide, la configuración del átomo, el velcro, el teflón o el/la viagra (no tengo claro si, desde la gramática, el término es de género femenino o masculino).
En cualquier caso, este fármaco es un buen ejemplo de medicamento que se termina utilizando para una finalidad que no era la original.
Y todo fruto de un error farmacéutico y, claro, de la serendipia. (Continuará)
Perdone que le corrija.¿Que tiene que ver la viagra con la serendipia? Es como comparar el tocino con la velocidad
ResponderEliminarAnónimo:
ResponderEliminarAhora te voy a corregir yo a ti.
El descubrimiento de la Viagra, como el de muchos otros medicamentos, fue producto de la casualidad, estudiando compuestos estructuralmente relacionados. Es decir, es una serendipia.
En el laboratorio de investigación de Terret, ubicado en Sandwich (Reino Unido), estaban sintetizando moléculas con actividad antihipertensora, para su uso en la hipertensión arterial pulmonar y la angina de pecho. En esta línea de investigación, en el año 1996 por farmacomodulación del antialérgico "Zaprinast", obtuvieron el "Citrato de sildenafilo", un vasodilatador que es el principio activo de Viagra.
Los primeros ensayos clínicos con el Sildenáfilo fueron realizados en el Hospital de Morriston, en Swansea (Gales). Durante los estudios de fase I, realizados bajo la dirección de Ian Osterloh, se sugirió que tenía un ligero efecto en la angina, pero que podía inducir notables erecciones de pene, debido a que inhibe una enzima de los cuerpos cavernosos, la fosfodiesterasa 5 (PDE5) pero sólo en condiciones de estimulación sexual.
Dos años más tarde, la empresa farmacéutica Pfizer comercializó Viagra® para el tratamiento de la disfunción eréctil, lo que supuso un gran éxito comercial.