domingo, 5 de octubre de 2014

Tatuaje, sudor y electricidad (1)


La cada vez mayor necesidad de energía, que todos tenemos o creemos tener, para alargar la vida funcional diaria de nuestros pequeños dispositivos móviles (tablets, smartphones, etcétera), no es algo que yo les tenga que descubrir aquí.

Como no lo es tampoco el ingenio del intelecto humano, a la hora de buscar soluciones a sus problemas, en este caso, la creación de nuevas fuentes de energía para dichos dispositivos.

Como seguro sabe, entre las muchas formas en las que pensó este animal que somos, una no andaba muy lejos de nosotros, pues se trata del propio cuerpo humano.

Alguien cayó en la cuenta de que, este generador continuo de energía que somos, y de la que buena parte se “desperdicia”, bien podía ser utilizado, a modo de batería gigante, para recargar nuestros dispositivos móviles.

Bastaba con saber capturar, almacenar y utilizar esa energía no utilizada de forma eficiente.

Y ya que les he dicho lo de que “no andaba muy lejos”, parece oportuno traer aquí que, uno de estos métodos, fue el de “caminar y cargar”, ya saben.

“Caminar y cargar”
En puridad, la idea de generar energía a partir del movimiento que se origina al caminar no se puede decir que sea nueva. Pero no es menos cierto que, ninguno de los proyectos que hemos visto en los últimos años, ha logrado convertirse en un dispositivo comercial, por eficiente. Es así.

Basados casi todos ellos en obtener electricidad a partir del efecto piezoeléctrico tradicional -ya observado por primera vez en 1881, por Pierre y Jacques Curie, al estudiar la compresión del cuarzo (SiO2)-, por los resultados obtenidos, todo hace pensar que estamos metidos en un callejón sin salida.

No obstante, una luz parece verse al fondo. Y puede que hayamos encontrado otra vía de producción energética.

Nuevas investigaciones utilizan un nanofluido capaz de generar una corriente eléctrica significativa, cuando interactúa con una superficie nanoestructurada. La significatividad está incluso cuantificada.

Los responsables del proyecto aseguran que se podrá recargar la batería de un móvil, caminando tan sólo a lo largo de un par de calles.

Lo que tampoco es que me tranquilice mucho, porque, ¿qué longitud tienen esas calles?

Bueno, dejando a un lado el método andarín, les traigo lo que sería una vuelta de tuerca más en la cosa esta de cargar una batería.

Resulta que un equipo de la Universidad de California ha creado un sensor en forma de tatuaje, que puede convertir el sudor en electricidad. Estamos hablando pues de una biobatería tatuada.

Lo que dicho así, puede parecer simple, pero nada más lejos de la realidad. En esta vida nada es como parece. Y todo tiene sus pasos.

Tatuaje deportivo y médico
En primer lugar han de saber que se trata de un tatuaje temporal. Es decir, es una pegatina o parche que se adhiere al cuerpo y que, además, en realidad, fue creada para monitorear el cuerpo mientras se realiza una actividad física.

La pegatina porta un sensor capaz de detectar el ácido láctico o lactato, una sustancia que no sólo está presente de forma natural en la transpiración, sino que su producción aumenta con el vigor de la actividad física que realicemos.

Conforme ésta va siendo más exigente, y el cuerpo necesita generar más energía para su funcionamiento, se activa un proceso bioquímico conocido como glucólisis, en el que se produce la energía buscada y el susodicho lactato. Nuestro indicador de lo que está ocurriendo durante el ejercicio.

De ahí que los atletas profesionales supervisen sus niveles de lactato durante las pruebas, como una forma de evaluar su aptitud y programar el entrenamiento, a efectos de mejorar su rendimiento.

Lo que está bien, si no fuera por una doble contrariedad: metodológica y de incomodidad. (Continuará)


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