¿Qué opinión tiene de la película Lucy? Ésta era la primera de las preguntas que un anónimo lector me lanzaba hace unos días.
Como pueden apreciar, la curiosidad de algunos de ustedes me facilitan y mucho, la elección de la temática a enrocar.
Es algo parecido a lo que ocurrió con el toronjil, si bien me temo que en esta ocasión no voy quedar nada bien, y les justifico mi mala impresión.
En primer lugar, tengo para mí que no será buena por algo palmario: no he visto la película y es que ando algo ocupado. Ya saben que septiembre es un buen mes para iniciar nuevos propósitos, o retomar viejos proyectos no acabados. Y en esas ando.
Y en segundo lugar porque, aunque la hubiera visto, no tengo ni idea de este ¿séptimo arte?, que al parecer es el cine (Canudo, dixit).
Lo mío se trataría, por tanto, de la opinión de un ignorante aficionado y nunca del informe de un experto cinematográfico. Y hay mucha diferencia entre una opinión y un informe. Claro que la hay y, además, se lo comentado en más de una ocasión.
No se deben comparar, pues están en distintos planos de conocimiento intelectual y de rigor empírico. No. La comparativa no sería justa ni para una ni para otro.
No obstante, y dicho lo dicho, sabido es que la ignorancia es osada, les voy a comentar lo evidente.
Por los datos que circulan en los medios, la última película de Luc Besson es todo un éxito de público -taquillazos en USA, media Europa y, probablemente, buena parte del resto del mundo-, pero cuenta con división de opiniones en lo que respecta a la crítica.
Algo de lo más frecuente y, por ende, nada preocupante.
Lucy, la película
Sigo con lo evidente. La actriz Scarlett Johansson interpreta a Lucy, la protagonista. Una joven que se ve forzada a trabajar como “mula” para una banda criminal que la secuestra, pero a la que la droga que porta, acaba extendiéndose por accidente a todo su cuerpo.Un desgraciado percance que en la vida real provocaría la muerte de cualquiera pero que, en la ficción del cine y en ella, dará lugar a una serie de reacciones bioquímicas que conducen a un aumento de su capacidad cerebral.
Como ya supondrán, estamos ante una forma más, la enésima, en la que el cine, Hollywood en este caso, hace conferir espectaculares superpoderes (¿sobrehumanos?, ¿sobrenaturales?, ¿paranormales?) a un personaje. En cualquier caso, nada nuevo bajo el sol.
Así, a bote pronto, me vienen a la memoria las de superhéroes como Spider-Man, Capitán América: el primer vengador, X-Men 2 o El Hombre de Acero-, o el galimatías de Drácula, Episodio I: La amenaza fantasma, Guerra Mundial Z y, ya de la que va, por qué no, Astérix y Obélix: misión Cleopatra.
Que de todo ha de haber en la viña del Señor.
Y detrás de la concesión de sus extraordinarias capacidades, los más variados e ingeniosos métodos. Desde la picadura de una araña radiactiva que pasaba por ahí; la ciencia aplicada al servicio de un superguerrero y la genética evolutiva que lo puede todo.
Hasta, no hay nada como venir de otro planeta para ser Superman, y el poder de un buen mordisco vampiresco. Pasando por, la hegemonía de la Fuerza y que ésta nos acompañe; el mordisco, ahora, de un oscilante zombi, y la alquímica receta de un druida de los de antes.
Bueno pues con Lucy, una vuelta de tuerca más al asunto. En su caso, el poder de las drogas o cómo pasar de mula a superheroína en un, mal, viaje. Uno malo, malote.
Aunque diferentes en las formas, me refiero a las películas, todas ellas comparten ciertas peculiaridades en el fondo, si bien es cierto que con fortuna dispar.
Por lo general se inician con una trama intencionadamente simple, van acompañada de un banda sonora al más puro estilo techno y de unos espectaculares efectos especiales y, por supuesto, tienen acción, mucha acción.
Exactamente la que le reportan las modernas tecnologías y los supuestos superpoderes. (Continuará)
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