(Continuación) Recordamos de la química bachillera que, cuando un átomo o molécula que se encuentra en su nivel más bajo de energía, nivel fundamental, recibe un aporte de energía, pasa a un estado de alta energía, nivel excitado.
Sobre el color de las auroras
Un proceso que dura un instante ya que, millonésimas de segundo después o incluso menos, vuelve a su nivel fundamental, liberando esa energía extra recibida. Y lo hace en un valor de longitud de onda (λ) que cae dentro de la zona visible del espectro electromagnético.Es decir vemos su color. Ya ven que la ciencia viene a ser una especie de progresiva aproximación del hombre al mundo real.
Por ejemplo si se trata del oxígeno, éste es responsable: de los colores más frecuentes verde y amarillo, si el salto de orbital electrónico tiene asociada una longitud de onda (λ) alrededor de 557,7 nm; y del rojo, menos frecuente, del orden de 630,0 nm. Del mismo modo, el nitrógeno produce una luz azulada, etcétera.
Para que se haga una idea, desde el punto de vista físico-químico, se trata de un fenómeno similar a los que ocurren en los tubos fluorescentes, los de los anuncios o los de televisión.
En los primeros el gas que contienen se excita por corriente eléctrica y, al liberar la energía recibida lo hace dando lugar a los distintos colores que todos conocemos, blanco, rosa, etcétera.
En una pantalla de televisión la energía la aporta un haz de electrones controlado por campos eléctricos y magnéticos que incide sobre la misma, haciéndola brillar en diferentes colores que dependen del revestimiento químico fosforescente que contiene en su interior
Ya ven, química bachillera. Que como ninguna ciencia, en cuanto a ciencia engaña, porque el engaño está en quien no sabe.
Otras auroras polares
Por último comentarles que los impresionantes efectos visuales de los fenómenos aurorales, también se han podido observar en otros planetas del sistema solar, que tienen campo magnético y por ende magnetosfera.Como es sabido, la magnetosfera terrestre no es única en nuestro sistema.
Mercurio, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, poseen su propia magnetosfera. Incluso Ganímedes, satélite de Júpiter, tiene campo magnético pero demasiado débil para atrapar el plasma del viento solar.
Y Marte tiene una muy débil magnetización superficial, pero sin magnetosfera exterior.
Tan sólo en Júpiter y Saturno se ha podido observar el fenómeno de las auroras polares.
Pero no siempre que el viento solar penetra en nuestra atmósfera, produce las bellas auroras polares. En otras ocasiones dan lugar a tormentas geomagnéticas, que pueden causar problemas.
Por cierto, y a propósito de tormentas y auroras, un amable lector del blog me plantea la siguiente cuestión organizativa acerca de los términos científicos ligados a la temática.
Llamar tormenta solar a la interacción entre el viento solar y la magnetosfera terrestre, que a su vez se puede clasificar en aurora polar y tormenta geomagnética.
De modo que todas las tormentas geomagnéticas son solares, pero no todas las solares son geomagnéticas ya que algunas pueden ser auroras polares. Algo parecido a lo que comentamos entre viento y tormenta solar.
¿Qué me dicen? Quedo a la espera de sus respuestas. Es lo que tiene la ciencia. Todo aquello sobre lo que cabe discusión. Y ya de la que va
¿Cuántas tormentas geomagnéticas hemos sufrido?
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