domingo, 3 de agosto de 2014

¿Puede quedar embarazada una mujer, por el semen flotante de una piscina?


Es una de esas credulidades que moran entre nosotros desde hace ya, casi, tres siglos.

Una más de las que de forma periódica, y como ave fénix de este particular imaginario colectivo que son los mitos y leyendas urbanas, resurge de sus cenizas y toma carta de naturaleza.

¿Es posible que se embarace una mujer, si se baña en un agua en la que se ha eyaculado?

No me negarán que el asunto tiene su aquél y viene que ni pintado por las fechas en las que estamos. Además guarda relación con otra leyenda urbana de ámbito piscinero, que tratamos no hace mucho: ¿Existe el detector de orina para piscinas?


En ese caso demostramos que se trataba de un mito falso de toda falsedad. No existe tal detector de “agüita amarilla”. Pero, ¿qué podemos decir de éste?

¿Se puede quedar embarazada una mujer en esas circunstancias? Pues resulta que buscando información, me he topado con que, no hace ni siquiera un año, la prensa nos sorprendía con la noticia de uno de estas gestaciones insólitas. Lo he llamado “El caso del insólito embarazo egipcio”.

El caso del insólito embarazo egipcio
Supimos de él porque, a comienzos del otoño pasado, saltaba la noticia: “Joven queda embarazada por el semen de una piscina”.

Según recogía Mail Online, la progenitora de una adolescente polaca de trece (13) años había demandado a un hotel egipcio porque su hija, tras unas vacaciones en dicho país, había vuelto embarazada. De ahí, del país donde supuestamente ocurrió, he sacado el egipcio del título.

Y al parecer la señora madre, ni corta ni perezosa, se había apresurado a culpar de tal acción fecundadora, nada menos que al agua de la piscina. Para ella su hija no había tenido ningún encuentro sexual con varón alguno, con ninguno. De aquí, ya se lo habrá imaginado, lo de insólito en el título.

Este es en esencia, el caso del insólito embarazo egipcio. Es cierto que se oyen por ahí cosas difíciles de creer, pero estarán conmigo que ésta, esta es una de las que se lleva la palma.

Y es que, en el considerando materno, el responsable del indeseado embarazo no era otro que lo que ella llamó “el esperma suelto”. El mismo que debía estar en el agua de la piscina, en la que su querida y embarazada hija se había bañado.

A su protector entender, no podía ser de otra forma y en esto se mostró rotunda. Lo que había comenzado como un feliz periodo de ocio, se había trastocado en toda una desafortunada y embarazosa circunstancia. Algo a lo que la buena mujer pretendía poner remedio.

De ahí la demanda judicial interpuesta a efectos de obtener, entre otras peticiones, una indemnización económica lo más fecunda posible (perdón por el adjetivo).

Bueno, la demanda judicial y una posterior reclamación presentada en la Oficina de Turismo polaca.

Lo que una madre no haga por sus hijos, está claro que no lo hace nada ni nadie en este mundo.

¿Qué cómo acabará este asunto? Pues depende.

Si habla la ciencia, yo ya tengo mi opinión al respecto. Pero si no es así, entonces habrá que esperar para saberlo. Mientras, si le parece continúo con el caso de la fecundación sin sexo.

Baño, embarazo y Don Agustín
Y lo hago tirando de una anécdota escolar. Estudiaba yo el antañón Curso Preuniversitario en un conocido colegio sevillano, cuando este asunto saltó a la palestra en la clase de Biología.

La asignatura nos la daba, pongamos, Don Agustín quien, además, era médico; así que el contexto académico y el interlocutor docente no podían ser más adecuados.

Ni que decirles que la expectación que se despertó en la clase, ante la respuesta del profesor fue tremenda. Era uno de esos temas de los que hoy se dice que queman. Les estoy hablando de finales de los años sesenta del siglo pasado en España. Y esos eran otros tiempos. Créanme.

Por lo que recuerdo y por el método boca-oreja, el único en aquella época, debió de producirse un nuevo brote del mito, al menos aquí, en mi ciudad, Sevilla. De modo que un compañero lo llevó a clase.

Preguntó si era posible que una mujer se quedara embarazada, por haberse bañado en un agua que contuviera restos de semen humano. Casi ná.



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