(Continuación) Si, serán los datos del satélite Planck los que dicten sentencia, al trabajar con varias frecuencias del espectro electromagnético y poder así comparar el rango de las emisiones galácticas frente al de las cósmicas.
Algo de lo que carece el BICEP2.
De modo que en menos de un mes, sabremos si el hallazgo de las ondas gravitacionales podría quedarse en un simple error o ser una prueba tangible, la primera, del origen del Universo.
Mientras, los del BICEP2, sotto voce, se mantienen en sus trece.
De entrada aseguran no arrepentirse de haber informado del hallazgo, y niegan que el anuncio lo hicieran antes de tiempo. Para ellos los resultados eran “fruto de consensos individuales”.
Y de salida, niegan la mayor. Consideran que el plazo de un mes, para determinar la veracidad de su afirmación, podría ser insuficiente. Ya ven, el antañón mantenella e no enmedalla.
Pero no es solo el posible error científico de su apreciación, lo que podría estar en juego con el fallo del Planck. También podría haber “daños personales”, al quedar en entredicho los principales científicos implicados en la hipótesis de la inflación cósmica.
Y por supuesto uno más, colateral. El de los reconocimientos científicos al más alto nivel que vendrían asociados. Les estoy hablando del Premio Nobel de Física para Guth y Linde.
Guth y Linde, nobeles de Física
Se lo decía también hace unas fechas. Se daba por hecho la concesión del Nobel de Física para Alan Guth y Andrei Linde, padres de la hipótesis inflacionaria cósmica a principios de los ochenta del pasado siglo, en el caso de que ésta se viera corroborada por los datos.
Según sus postulados, un instante después del estallido del Big Bang, hablamos de las primeras mil millonésimas de segundo, el cosmos se debió inflar, multiplicando su tamaño en apenas una trillonésima de segundo, para después seguir expandiéndose a un ritmo más lento.
Una inflación que nos la podemos imaginar como una interacción de naturaleza antigravitatoria, es decir que no es de carácter atractivo sino repulsivo. Una inflación que generaría una vibración del espacio-tiempo, que conocemos como onda gravitacional y cuyo eco energético supuestamente detectó el BICEP2.
Una fuerza la de la inflación que separa en vez de juntar y que causó una rápida y explosiva escalada en una milésima de segundo después del Big Bang. Lo que se conoce como periodo inflacionario.
El tiempo durante el cual el universo multiplicó millones de veces su tamaño, pasando de ser más pequeño que un átomo, hasta adquirir las dimensiones de una canica y terminar con el de un balón de fútbol.
Una hipótesis en principio corroborada con el hallazgo del BICEP2, pero que ahora se cuestiona y trata de contrastar el Planck.
De su veredicto depende que la hipótesis se transforme en teoría y que el Nobel esté cantado para los dos científicos. Eso o que, por el contrario, que hayan dado el cante. Ya me entienden.
Por cierto, no les contado de dónde procede la, en realidad, chusca expresión Big Bang. Es una buena prueba de que las ironías a veces las carga el diablo. Como a las armas.
En cuanto pueda me pongo manos a la obra.
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