Es una historia, como tantas otras, que forma parte de la tradición de la ciudad. Una de esas que, hasta no hace mucho, ha ido pasando de generación en generación al viejo estilo, vamos, de boca a oreja, ya me entienden.
Un mito que relaciona un ave, un azulejo, una iglesia y un cierto don del conjunto que, a mi modesto entender, anda entre lo milagroso y lo milagrero. Y no exagero lo más mínimo. Resulta que, al decir de las gentes, se trata de un pájaro casamentero.
Sí, como lo lee. Por si está interesado les dedico las siguientes entradas. Y empiezo hablando del azulejo, que tiene nombre, ‘Ánimas benditas del purgatorio de San Pedro’.
‘Ánimas benditas del purgatorio de San Pedro’
Es una cerámica más de las muchas dedicadas a las supuestas ánimas que residen en el hipotético purgatorio, y que se pueden ver en las fachadas de algunas de nuestras iglesias. Su objetivo, evidentemente, el de pedir por la liberación de su estado, bien a través de ruegos y rezos, bien vía limosnas o dádivas.
Este retablo que ven en concreto, pertenece a la Hermandad del Santísimo Sacramento y Ánimas Benditas del Purgatorio de la Parroquia del Señor San Pedro, y está ubicado en la fachada que la Iglesia Parroquial de San Pedro tiene en la calle Imagen de nuestra ciudad (Plaza del Cristo de Burgos).
En él se representa a las almas en tránsito hacia su destino final, algunas de ellas rescatadas por ángeles y presentadas a San Pedro, dueño y señor de las llaves de cielo, como bien saben.
También podemos ver, al menos a mí me lo parece, algún que otro obispo y papa rogando, como no puede ser de otra forma, por la salvación de sus almas. Ellos fueron también humanos y, por ende, pecadores. El que esté libre...
Con unas medidas aproximadas de 1,50 m x 2,10 m, fue pintado en 1960 por el ceramista sevillano Juan Oliver Míguez (1899-1963), puesto junto a la puerta de acceso casi esquina con la calle Doña María Coronel y bendecido el 1 de agosto de 1960.
Todo lo hace pensar así, el artista se inspiró en un magnífico lienzo del pintor barroco sevillano Domingo Martínez (1688-1749). Una pintura que no tendremos que andar mucho para poderla contemplar, pues se encuentra en el interior de la misma Parroquia de San Pedro, en su Capilla de Ánimas que data del siglo XVIII.
Pero la razón del azulejo en la fachada, además de los petitorios ya indicados, puede ser una más. Una quizás menos pía.
Azulejo y “botellona”
A tenor de la inscripción que reza en su parte inferior, se podría pensar que el fenómeno de la “botellona” no es exclusivo de estos últimos años. Les digo esto porque la inscripción dice: “Tened compasión de mí. Al menos vosotros mis amigos”. Podría ser, es tan solo una opinión, que la susodicha zona fuera ya utilizada, en aquellos años de mediados del siglo pasado, para bulliciosas fiestas y ruidosas tertulias, alteradoras ambas de la tranquilidad y silencio ciudadanos.
De ahí quizás el encarecido y disuasorio ruego, “...Al menos vosotros mis amigos”.
Pero bueno, no es por lo dicho hasta aquí, que viene este azulejo a Enroque de Ciencia. La razón debemos buscarla en la firma que el autor tiene puesta en la obra. Resulta que Juan Oliver firmaba siempre, dibujando un pajarito que disimulaba en el entramado del retablo.
En concreto, un jilguero. Un jilguero semioculto que lleva consigo una historia entremetida que viene liada en una leyenda. La leyenda del jilguero de San Pedro. Un pájaro casamentero.
¿Qué cuenta esta leyenda oral del jilguero de San Pedro?
Dicen que dice que todo aquél que encontrara en el lienzo cerámico al susodicho y disimulado jilguero, rezara unas plegarias y depositara un donativo en la ranura limosnera, se casaría en poco tiempo. Como leen, lo que les anticipé. Entre milagroso y milagrero.
Pues el secreto para casarse no es otro que el de encontrar primero, rezar después y pagar por último. Yo creo que es poco para tanto. Sorprendente.
Como sorprende que sea, o mejor dicho que fuera, una leyenda poco conocida por los sevillanos. Lo que no era óbice, les hablo ya de hace unos cuantos años, para que fuera frecuente ver a más de uno, escrutando el azulejo en busca del pájaro casamentero.
Bueno, esto es lo que yo pienso. A lo mejor los viandantes se paran para rezar por las ánimas del purgatorio, que también podría ser.
De todas formas, y fuera la razón que fuera, lo cierto es que no es raro ver cómo algunos transeúntes se marchan al cabo de un rato con cara de frustración, mientras que otros elevan un brazo, con dedo indicador a lo Colón barcelonés, para después continuar su camino con una sonrisa en el rostro.
Lo mismo es que esperan casarse. (Continuará)
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