La curiosidad, entendida como ese deseo por saber o averiguar sobre todo aquello que nos rodea -nos concierna o no, esa es otra cuestión-, es una cualidad, la curiosidad les decía, inherente a todo ser humano.
Quizás una de las que más nos caracteriza como animal inteligente, y que nos lleva a descubrir los “por qué”, “cómo”, “qué”, “dónde” y “cuándo” de muchos sucedidos. Una quinteta de cuestiones que no pasan desapercibidas ni a la razón ni a la fe.
De modo que cada una de ellas, ciencia y creencia, desde su propio ámbito intenta resolverlas.
Y uno de esos sucedidos de los que les hablo, es el que intitula la entrada: ¿Murió Jesús en la Cruz?
Una buena pregunta cuya respuesta podría ser diferente, según el camino que emprendiéramos ¿A dónde nos lleva si tomamos el de la fe? ¿Por dónde nos conduce el de la razón?
Encrucijada de caminos.
De ahí que, desde el punto de vista teológico, este asunto no esté abierto al debate. Ambos sucesos, muerte y resurrección, son ciertos y no hay más que discutir. Se trata de un dogma de fe, desde que así fuera declarado en el Concilio de Éfeso.
Que convocado por el emperador Teodosio II, se celebró entre el 22 de junio y el 16 de julio del año 431, y está considerado por las iglesias católica, ortodoxa y copta como el III Concilio Ecuménico.
El meollo teológico del mismo, ya se lo puede imaginar, no fue otro que el de dilucidar sobre la unicidad o no de la naturaleza de Jesús.
Si era sólo divina, como propugnaba la misma Iglesia con Cirilo de Alejandría a la cabeza o si, por el contrario, en el Mesías convergían a la vez un aspecto humano y otro divino; una doble naturaleza, que era lo que defendía Nestorio, patriarca de Alejandría.
Como ya saben, el dilema se resolvió prevaleciendo la tesis de Cirilo y la naturaleza única y divina de Jesús pasó a ser la verdad absoluta.
Un dogma de fe que debía ser acatado por todos, bajo el riesgo cierto de excomunión para aquellos que no lo compartieran, en ese momento y en los venideros.
Ése era el aviso a navegantes. El Maestro murió en la cruz y resucitó al tercer día. Punto y final ¿O tan solo aparte?
Lo que tiene cierta lógica, si seguimos el hilo de los acontecimientos históricos.
A grandes rasgos, por los relatos bíblicos, sabemos que Jesús fue crucificado en viernes y que unas tres horas después, supuestamente, se produjo un eclipse de sol.
Quizás, otras tres horas más tarde aproximadamente, fue cuando exhaló un grito que, aunque interpretable, a los allí presentes les convenció de que había muerto.
Y aunque por desgracia no existe ningún relato del descenso del cuerpo de la cruz, es muy probable que éste se produjera unas dos horas después de haber exhalado aquel último grito. Es decir, tras sólo ocho horas (8 h) de crucifixión.
Muy poco tiempo como para acreditar una defunción en estas circunstancias. Máxime si tenemos en cuenta que la muerte en la cruz se solía producir tras tres (3) o cuatro (4) días, bien por asfixia, por 'shock' hipovolémico o, por una combinación de ambos, 'shock' traumático. (Continuará)
Y uno de esos sucedidos de los que les hablo, es el que intitula la entrada: ¿Murió Jesús en la Cruz?
Una buena pregunta cuya respuesta podría ser diferente, según el camino que emprendiéramos ¿A dónde nos lleva si tomamos el de la fe? ¿Por dónde nos conduce el de la razón?
Encrucijada de caminos.
Desde la visión teológica
El que les traigo hoy, a nadie escapa que se trata de uno de los puntos clave de la doctrina cristiana. La muerte humana de Jesús en el monte Gólgota y su posterior resurrección de entre los muertos, es un basamento importante de su divinidad.De ahí que, desde el punto de vista teológico, este asunto no esté abierto al debate. Ambos sucesos, muerte y resurrección, son ciertos y no hay más que discutir. Se trata de un dogma de fe, desde que así fuera declarado en el Concilio de Éfeso.
Que convocado por el emperador Teodosio II, se celebró entre el 22 de junio y el 16 de julio del año 431, y está considerado por las iglesias católica, ortodoxa y copta como el III Concilio Ecuménico.
El meollo teológico del mismo, ya se lo puede imaginar, no fue otro que el de dilucidar sobre la unicidad o no de la naturaleza de Jesús.
Si era sólo divina, como propugnaba la misma Iglesia con Cirilo de Alejandría a la cabeza o si, por el contrario, en el Mesías convergían a la vez un aspecto humano y otro divino; una doble naturaleza, que era lo que defendía Nestorio, patriarca de Alejandría.
Como ya saben, el dilema se resolvió prevaleciendo la tesis de Cirilo y la naturaleza única y divina de Jesús pasó a ser la verdad absoluta.
Un dogma de fe que debía ser acatado por todos, bajo el riesgo cierto de excomunión para aquellos que no lo compartieran, en ese momento y en los venideros.
Ése era el aviso a navegantes. El Maestro murió en la cruz y resucitó al tercer día. Punto y final ¿O tan solo aparte?
Otra corriente sobre la naturaleza
Porque esta corriente de pensamiento aunque era y es la oficial, no era ni es la única. Tanto dentro como fuera de la propia Iglesia no faltaron, ni faltan, personas que creen que es posible que Jesús no muriera en la Cruz. Lo que tiene cierta lógica, si seguimos el hilo de los acontecimientos históricos.
A grandes rasgos, por los relatos bíblicos, sabemos que Jesús fue crucificado en viernes y que unas tres horas después, supuestamente, se produjo un eclipse de sol.
Quizás, otras tres horas más tarde aproximadamente, fue cuando exhaló un grito que, aunque interpretable, a los allí presentes les convenció de que había muerto.
Y aunque por desgracia no existe ningún relato del descenso del cuerpo de la cruz, es muy probable que éste se produjera unas dos horas después de haber exhalado aquel último grito. Es decir, tras sólo ocho horas (8 h) de crucifixión.
Muy poco tiempo como para acreditar una defunción en estas circunstancias. Máxime si tenemos en cuenta que la muerte en la cruz se solía producir tras tres (3) o cuatro (4) días, bien por asfixia, por 'shock' hipovolémico o, por una combinación de ambos, 'shock' traumático. (Continuará)
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