(Continuación) Puede que el nombre se deba al físico estadounidense Sheldon Lee Glashow (1932), Premio Nobel de Física en 1979, por sus contribuciones a la teoría electrodébil y al modelo estándar de la física de partículas.
Lo que no deja de ser paradójico ya que Glashow es conocido por su escepticismo respecto la teoría de cuerdas, precisamente el campo que investiga Sheldon en la serie. Curioso al menos.
Y el apellido es en honor al físico estadounidense Leon N. Cooper (1930), que ganó el Premio Nobel de Física en 1972, por sus contribuciones a la teoría BCS (Bardeen, Cooper y Schrieffer) de la superconductividad.
De la serie tan solo apuntarles que gracias a ella, millones de personas, escuchan expresiones como agujero negro, teoría-M, bosón de Higgs, efecto doppler, teoría de cuerdas, gran colisión de hadrones, etcétera.
Además lo hacen, salteadas con constantes alusiones a superhéroes como Batman, Los 4 Fantásticos, Superman, La Masa, y todo ello en medio de una conversación normal cargada de una fina ironía.
No me digan que no tiene mérito la cosa. Yo lo veo extraordinario.
Profesor Franz de Copenhague
Y cómo no, él. Lo he dejado para el final y sin previo anuncio. Se trata de todo un clásico y no, no podía faltar.Su plano medio frontal y aspecto de señor de mediana edad, delgado, calvo, con gafas y vestido con bata blanca, fueron más que suficiente para encabezar una sección atribuida a él, ‘Los grandes inventos de TBO’.
Un apartado humorístico fijo del semanario de historieta TBO, que empezó en 1943. Y el profesor, Franz de Copenhague, es otro singular científico ficticio, con no pocos y pormenorizados inventos a cada cual más estrafalario, complejo e inútil.
Para que se haga una idea del "nivel" de los inventos ahí tiene algunos: un sistema anti-cabello en la sopa, un artilugio para hacer vino con zapatos viejos, un método para descargar mercancías con jirafas, un coche salta-vallas, un ingenio limpia-narices, etcétera.
Bueno. O no tan inútil y estrafalario. El profesor Frank “inventó” una máquina para producir melones cúbicos.
Una idea que, seguro la leyó, hace unos años fue llevada a la práctica por un grupo empresarial, a efecto de un mejor embalaje y transporte.
Se ve que tras cada mentira se esconde siempre, o casi, algo de verdad.
Una prueba del calado que tuvo en el imaginario colectivo, este científico de ficción de los años cuarenta, nos la da el hecho de cierta frase que pasó a formar parte del lenguaje coloquial.
Más o menos venía a decir: “eso es un invento del TBO”, y con la que se la pretendía tachar a una idea de absurda o estrafalaria.
Y hasta aquí los científicos de ficción. En la próxima entrega hablaremos de los de verdad, y no por ello menos espectaculares.
¿Por qué no escribe sobre Big bang Theory?
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