(Continuación) Por lo observado, suelen vivir en grupos de aproximadamente treinta (30) individuos todos del mismo sexo.
De modo que, una vez alcanzado el final feliz del cortejo, los amantes no se vuelven a juntar.
Me gusta imaginar que al despedirse se dirán algo así como: “Hasta la vista, yo te silbo” o un “ya nos vemos nadando por ahí”. Vamos como algunos humanos que practican el “si te he visto no me acuerdo”.
Y para la segunda ya tienen parte de la respuesta. Sólo ellas, las delfinas, se encargan de criarlas y lo hacen extraordinariamente bien, porque resultan ser unas madres amantísimas.
Tras una preñez de un año y un parto de varias horas, las crías nacen de cola y con la aleta dorsal plegada. Y en cuanto la madre rompe el cordón, se dirigen ambas a la superficie donde el neonato respirará por primera vez.
Se ha podido observar que estas madres acunan y acarician a sus crías como lo hacen las de nuestra especie, y que son especialmente protectoras y dominantes durante los dos años que aquellas tardan en emanciparse.
Hasta que aprenden lo necesario.
Unas crías que, como las de otras especies, aprenden por imitación
Sí. Los pequeños aprenden por imitación, replican los movimientos de la madre y reproducen los sonidos que ésta emite.Es ella la que le enseña a detectar posibles presas ocultas bajo la arena del fondo marino y a aturdirlas emitiendo sonidos de alta frecuencia.
Como otros cetáceos, los delfines utilizan los sonidos, la danza y el salto para comunicarse, orientarse y alcanzar sus presas.
Emplean la técnica de la ecolocalización o biosonar, un término acuñado en 1938, para un sistema de localización basado en el fenómeno físico del eco, que también utilizan otros animales como algunos murciélagos, el cachalote y ciertas clases de pájaros.
En opinión de ciertos expertos, esta compleja relación entre madre y cría demuestra que los delfines son animales culturales, capaces de transmitir comportamientos de unos a otros.
Así que, vuelvo con las flores, como táctica para seducir, éstas no constituyen una exclusividad humana. Los delfines y en concreto, creo que no lo he dicho, los de la especie mular, delfín mular, tienen sus algas, que regalan a las hembras.
Además, también son capaces de trabar amistades con otros congéneres que duran toda la vida.
Sí, por sus extraordinarias capacidades, estos animales están mucho más cerca de los humanos de lo que cabría pensar. Incluso el tamaño de su cerebro induce a pensar así.
No es extrañar pues, que su sorprendente aparición en el rio Guadalquivir, hiciera que Demófilo, “el amigo del pueblo”, se enamorara de Ana. Amistad, amor y delfines.
Hasta aquí, por ahora, lo que les puedo decir sobre el amor entre delfines ¿Qué opina usted? ¿Se enamoran los delfines?
Y ya que he apuntado en esa dirección, ¿cree que las capacidades de estos animales pueden estar relacionadas con el tamaño significativo de su cerebro.
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