(Continuación) Pero bueno. Tras librarse algunas batallas periodísticas, deshecho el entuerto monumental y encontrado al desaparecido en combate, el problema pasó a ser otro: dónde ubicarlo de nuevo.
Se ve que o no se tenía claro dónde o, lo que es peor, si se quería hacerlo. Y estamos hablando del descubridor de la penicilina.
Del autor de uno de los acontecimientos más revolucionarios de la historia de la medicina. Recordemos que la penicilina fue el primer antibiótico, el más importante, y Fleming, el paradigma de benefactor de la humanidad.
Bueno pues eso, a cierta parte de Sevilla, no parecía importarle.
¿Y dónde se encuentra en la actualidad?
Lo cierto es que, el de Fleming, es uno de esos monumentos que resultan ser unos grandes desconocidos, para buena parte del público sevillano. Y en este caso lo es por partida doble. Porque, ya de por sí, se le conoce poco. Y por lo poco que de hecho se le ve, ya que, en la actualidad, está en un lugar un tanto reservado.
Gracias a una campaña periodística acerca de dónde se encontraba, y tras aclarar que no estaba desaparecido, ni había sido desterrado, un acuerdo con la Universidad de Sevilla permitió su reinauguración. El final de la guerra.
Se hizo el 20 de octubre de 2004 en el patio interior ajardinado Santiago Ramón y Cajal, de la Facultad de Medicina sevillana, sita en la Avenida Doctor Fedriani, allá en el barrio de la Macarena.
Así que ya ven. Un nobel escocés homenajeado en un patio con el nombre de otro nobel, éste español. Y los dos médicos. Está bien.
Era de los antibióticos
Algo reservado a la vista pública el monumento les decía, y es cierto, pero no me parece mal lugar para quién, con sus capitales descubrimientos, lisozima y penicilina, impulsó el avance más trascendental de la medicina moderna e inauguró la conocida como “Era de los antibióticos”.Un avance social difícil de comprender hoy día, que nacemos y vivimos rodeados de muchos adelantos médicos, y consideramos normal que así sea. Pero no siempre ha sido así. Y no hace mucho de eso. Poco más de cincuenta años.
Porque lo cierto es que Fleming, en su momento, salvó millones de vidas humanas en todo el mundo con su descubrimiento. Un sucedido que nadie había conseguido hasta entonces.
Una gesta que estuvo acompañada de otra circunstancia no menos admirable. Hay que resaltar que Fleming se negó a patentar el descubrimiento en su propio beneficio. Es otro dato admirable que añadir a su extraordinaria personalidad.
Con su negativa a la patente pretendía facilitar, lo máximo posible, la difusión de un antibiótico vital contra las infecciones que diezmaban a la población de mediados del siglo pasado. Una renuncia que le impidió ganar una inmensa fortuna.
No todos lo hubiéramos hecho. Le dije que era modesto, sencillo y genial. Bueno pues ahora añadiremos generoso, muy generoso.
Como generosa se mostró Sevilla al ponerle su nombre a uno de sus "ambulatorios" de la Seguridad Social, de la segunda mitad del siglo pasado, hoy C.P.E. DOCTOR FLEMING.
Somos un grupo de sevillanos que seguimos con interés esta sección de Ciencia y Sevilla.
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