miércoles, 5 de febrero de 2014
¿Hay cambio climático? (y 2)
(Continuación) Como seguro saben, el mundo de las máquinas siguió creciendo con los novedosos descubrimientos electromagnéticos de finales del siglo XIX. Como el invento de la dinamo en 1873, un dispositivo capaz de producir energía eléctrica a partir de energía mecánica.
O la solución para el transporte de la energía eléctrica de 1883 (desde donde se produce, central eléctrica, hasta el lugar de utilización, con un mínimo de “pérdidas” energéticas), factible gracias a los transformadores y el fenómeno de la inducción electromagnética.
Ambos, entre otros más, supusieron, por su influencia en la industria, la vida urbana y los sistemas de comunicación una vuelta de tuerca más en la industrialización.
Una industrialización basada en el proceso físico-químico de la combustión de materiales como carbón, gas y petróleo, que suponen un ingente aporte a la atmósfera de gases que intensifican la producción del llamado efecto invernadero.
Aunque lo realmente preocupante no es la cantidad en la que lo hace, sino la forma.
Resulta que si echamos números al aporte energético solar, nuestro planeta se estima que recibe una potencia de trescientos cuarenta y un vatio por metro cuadrado de superficie (341 W/m2). Exactamente la misma potencia que debe radiar para así mantener su equilibrio térmico, y realiza en condiciones normales.
Pero que, a causa de estos gases de origen antropogénicos, no sucede. Esta presencia gaseosa extra lo impide, aunque, en una muy pequeña medida. Tan pequeña que tan solo retiene un vatio de potencia por metro cuadrado de superficie (1 W/m2), que supone menos de un 0,30%.
Y sí, puedo estar de acuerdo, casi no es nada. Pero es que lo hace de forma continua y constante. Ahí está el peligro, en su persistencia, de forma que sólo es cuestión de tiempo que, cuantitativamente alcance un valor significativo.
Todos los menos tienen sus más.
De hecho, esta mínima retención ha provocado ya que la temperatura del planeta haya aumentado más de medio grado Celsius (>0,5ºC) en el último siglo.
Y que, vuelvo a nuestra percepción humana, puede parecernos poco si comparamos el aumento térmico con el periodo de tiempo transcurrido. Pero es que en cierto sentido la Tierra es como nuestro cuerpo.
Necesita mantener constantes sus características, por ejemplo la térmica de 36,5ºC. Si no es así, algo empieza a no ir bien. Se dice de ambos sistemas inanimado y animado, Tierra y cuerpo, que son sistemas homeostáticos.
Bueno pues hasta aquí el prontuario.
Dejo para otra ocasión interrogantes que, seguro, le habrán surgido: ¿Cómo reacciona nuestra atmósfera, altamente inestable, frente a este calentamiento global? ¿Representa un peligro para el hombre, como especie que vive en ella?
Ah, que no se me olvide, ¿se dice climático o meteorológico? ¿Es lo mismo tiempo que clima? Y ya de la que va, ¿cuántas revoluciones industriales ha habido? ¿y tecnológicas?
Por finales como éste es por lo que me encanta escribir de ciencias. No falla. Por cada respuesta dada, aparecen tres o cuatro nuevas preguntas ¡Qué curioso!
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