Vuelta a la civilización
(Continuación) Desde su selvático Centro de Investigación en Karisoke, la Fossey, volvió a la civilización. Lo hace para obtener el grado de Doctora en Zoología por la Universidad de Cambridge, que recibe en 1974. Además acepta un trabajo en la Universidad de Cornell y comienza a escribir un libro, lo tituló Trece años con los gorilas de montaña. En él explica sus experiencias en las brumosas montañas africanas desmitificando a sus, casi fantasmagóricos, pobladores.
La misma Dian de siempre. Trabajadora y entregada.
Respecto al libro, quizás le suene más con el nombre de Gorilas en la niebla, que se publicaría en 1983. Para entonces ella ya estaba de vuelta en Karisoke, con sus gorilas. Como antes. Pero no igual.
Algo había cambiado en su corazón y en su mente, desde la masacre de Digit.
Empezó una guerra, ahora física, contra los cazadores furtivos. Les ponía trampas y los perseguía por la selva con hombres armados. Los odiaba con toda su alma y llegó a verdaderos extremos, con tal de salvar a sus amados gorilas.
Como en 1980, cuando tomó de rehén a la hija de una nativa, a la que acusaba de haber robado un cachorro de gorila. Le canjeaba el cachorro por la hija.
Un feo asunto desde luego y, por supuesto, una actitud que le granjeó muchos enemigos en la región. Y de los peores.
No obstante tampoco se descarta que fuese por “celos profesionales” de uno de sus estudiantes, un tal Wyne McGuire, que formaba parte de su equipo.
Aunque cuando Fossey murió estaba ya, prácticamente, retirada de la investigación. En fin.
Lo único cierto es la nota oficial, emitida por funcionarios ruandeños, que señalaba: “fue muerta por asaltantes en su campamento en la montaña”. Y así hasta hoy, un crimen por tanto por resolver.
La última entrada de su diario recogía la siguiente frase: “Cuando te das cuenta del valor de la vida, uno se preocupa menos por discutir sobre el pasado y se concentra más en la conservación para el futuro”.
En sus últimos años, sólo se dedicaba en cuerpo y alma al cuidado de sus gorilas. A luchar para salvarlos de los cazadores y de la extinción.
Fue enterrada en el cementerio de gorilas del Centro de Investigación Karisoke, junto a Digit, entre diecisiete (17) gorilas más, un perro y un mono.
En 1988, la vida y obra de Fossey fue llevada al cine en la película Gorilas en la niebla, dirigida por Michael Apted y protagonizada por Sigourney Weaver.
Lo que no fue óbice para qué, seis (6) años después, en 1994 la organización Dian Fossey Gorilla Fund fue obligada a salir de Rwanda. Y al año siguiente Karisoke estaba en ruinas.
Ni siquiera su pesimista augurio sobre el destino del lugar se cumplió: “...cuando muera, no habrá nadie que salve a los gorilas, Karisoke será una atracción turística y cesará de existir como centro de investigación”.
Diez (10) años después de su muerte, a finales de 1995, se estimó que había una población de gorilas de montaña, no mayor a los trescientos (300) individuos. Una muy mala estadística, que por suerte ha mejorado.
El último censo realizado el pasado 2013 de gorilas de montaña, especie Gorilla beringei beringei, da un total de ochocientos ochenta (880) individuos, una notable mejoría comparado con los setecientos veinte (720) en el 2007.
Se estima un crecimiento anual para este animal de un cuatro por ciento (4%). De hecho el gorila de montaña es el único gran simio que está experimentando un crecimiento en su población.
Parece que soplan mejores vientos. Seguro que a Dian le habría encantado saberlo.
(No tengo amigos. Cuanto más aprendo sobre la dignidad de los gorilas, más quiero eludir a la gente. Dian Fossey, mayo 1985, en diciembre era asesinada a machetazos).
Respecto al libro, quizás le suene más con el nombre de Gorilas en la niebla, que se publicaría en 1983. Para entonces ella ya estaba de vuelta en Karisoke, con sus gorilas. Como antes. Pero no igual.
Algo había cambiado en su corazón y en su mente, desde la masacre de Digit.
Empezó una guerra, ahora física, contra los cazadores furtivos. Les ponía trampas y los perseguía por la selva con hombres armados. Los odiaba con toda su alma y llegó a verdaderos extremos, con tal de salvar a sus amados gorilas.
Como en 1980, cuando tomó de rehén a la hija de una nativa, a la que acusaba de haber robado un cachorro de gorila. Le canjeaba el cachorro por la hija.
De entre la niebla
El 26 de diciembre de 1985, Dian Fossey apareció brutalmente asesinada en su vivienda de Karisoke. Su muerte, a machetazos, sigue aún sin esclarecerse, aunque es notorio que debe estar relacionada con su particular lucha. No obstante tampoco se descarta que fuese por “celos profesionales” de uno de sus estudiantes, un tal Wyne McGuire, que formaba parte de su equipo.
Aunque cuando Fossey murió estaba ya, prácticamente, retirada de la investigación. En fin.
Lo único cierto es la nota oficial, emitida por funcionarios ruandeños, que señalaba: “fue muerta por asaltantes en su campamento en la montaña”. Y así hasta hoy, un crimen por tanto por resolver.
La última entrada de su diario recogía la siguiente frase: “Cuando te das cuenta del valor de la vida, uno se preocupa menos por discutir sobre el pasado y se concentra más en la conservación para el futuro”.
En sus últimos años, sólo se dedicaba en cuerpo y alma al cuidado de sus gorilas. A luchar para salvarlos de los cazadores y de la extinción.
Fue enterrada en el cementerio de gorilas del Centro de Investigación Karisoke, junto a Digit, entre diecisiete (17) gorilas más, un perro y un mono.
En 1988, la vida y obra de Fossey fue llevada al cine en la película Gorilas en la niebla, dirigida por Michael Apted y protagonizada por Sigourney Weaver.
Lo que no fue óbice para qué, seis (6) años después, en 1994 la organización Dian Fossey Gorilla Fund fue obligada a salir de Rwanda. Y al año siguiente Karisoke estaba en ruinas.
Ni siquiera su pesimista augurio sobre el destino del lugar se cumplió: “...cuando muera, no habrá nadie que salve a los gorilas, Karisoke será una atracción turística y cesará de existir como centro de investigación”.
Diez (10) años después de su muerte, a finales de 1995, se estimó que había una población de gorilas de montaña, no mayor a los trescientos (300) individuos. Una muy mala estadística, que por suerte ha mejorado.
El último censo realizado el pasado 2013 de gorilas de montaña, especie Gorilla beringei beringei, da un total de ochocientos ochenta (880) individuos, una notable mejoría comparado con los setecientos veinte (720) en el 2007.
Se estima un crecimiento anual para este animal de un cuatro por ciento (4%). De hecho el gorila de montaña es el único gran simio que está experimentando un crecimiento en su población.
Parece que soplan mejores vientos. Seguro que a Dian le habría encantado saberlo.
(No tengo amigos. Cuanto más aprendo sobre la dignidad de los gorilas, más quiero eludir a la gente. Dian Fossey, mayo 1985, en diciembre era asesinada a machetazos).
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